La figura de la marioneta, ese breve artificio humano que nos revela el secreto deseo de querer ser Dioses.
Quizá es cierto que estamos hechos a imagen y semejanza, o que estamos tan vacíos que ni el espejo nos consuela. O que el deseo de controlar nos domina en lo más hondo de nosotros. Es un misterio. Porque la cosa que somos también lo es. En Polonia había una mujer llamada Veronika. En Francia otra llamada Veronique.
Veronique asiste a una función de marionetas. Su estatura salta de entre el montón de niños espectadores que miran tan intrigados como ella, la elegante función de ballet, hasta que Veronique descubre por casualidad al hombre detrás de todo.
Un espejo le sirve de ventana al escenario de la verdad.