El atardecer del Festival Internacional de Cine de los Cabos
Último día del Festival de Cine de Los Cabos. Triste porque termina, pero feliz por la cantidad inmensa de buenas películas, donde, curiosamente, el último día guardó lo mejor. Comenzamos con Cómprame un revólver de Julio Hernández Cordón, una narco-distopía-apocalíptica que ya le hacía falta al panorama del cine nacional, de la mano de un director extremadamente talentoso, la película se debate entre increíbles ambientes y un poderoso análisis social.
Posteriormente, el festival nos presentó uno de los más grandes éxitos internacionales. Three Faces del director iraní Jafar Panahi es un recorrido por la Irán rural. Entre dos cineastas que buscan a una niña que, supuestamente, se suicidó, Panahi y Behnaz Jafari (quienes interpretan una versión de sí mismos) llevan a cabo un trabajo de ficción con una vena documental muy presente. Panahi, así como varios coetáneos de Irán, es experto en diluir esta frontera entre lo real y lo ficticio. Three Faces podrá presentar una historia construida por él y su guionista Nader Saeivar, pero los enfrentamientos reales y sociales están más que presentes: urbano contra rural, arte contra tradición, hombres contra mujeres. Este esfuerzo marca la cuarta ocasión que Panahi hace una película sin permiso del gobierno (el director tiene legalmente prohibido dirigir en Irán durante 20 años), y resulta en un trabajo tan afectivo e impresionante como los anteriores.
El tercer platillo del día corrió a cargo del húngaro Laszlo Nemes. Él ganó en 2016 el Oscar a mejor película extranjera por la impresionante Son of Saul, una difícil y formalmente impresionante película sobre el holocausto. Sunset, su más reciente largometraje, nos presenta una experiencia igual de intensa. Mucho más inmersiva, con una historia aún más elaborada y un lenguaje cinematográfico para morirse. Sunset es una historia sobre la ciudad de Hungría que hace eco en la modernidad, desde el trato a las mujeres o la falta de una institución con buenas intenciones, el filme es toda una experiencia, manufacturada con un rigor imposible de apreciar fuera de una sala de cine, así como una trama envolvente y poderosa, donde la ignorancia del espectador es un goce. La historia es una maraña de mentiras y misterios, descubrimientos que el personaje y espectador descifran de la mano. Una de las mejores experiencias cinematográficas de 2018.
Hacia el final, el festival de cine de Los Cabos nos deleitó con su sección After Dark, donde vimos los últimos largometrajes de la misma. El primero es Sorry to Bother You, una ácida comedia del absurdo, donde caballos antropomorfos, racismo y la resistencia socialista ebullen en esta rarísima y muy curiosa película. Dirigida por el debutante Boots Riley y protagonizada por Lakeith Stanfield (una promesa al próximo estrellato), Sorry to Bother You es un excéntrico y desmedido producto de nuestra época. Para cerrar el festival, el último largometraje de After Dark fue Under the Silver Lake, un thriller rodeado de secuencias surreales y encuentros improbables. Sacado del mismo río que David Lynch, Alfred Hitchcock y la novela The Crying of Lot 49 de Thomas Pynchon, esta película de David Robert Mitchell tiene un aura nostálgica y cuidadosa, su ambiente es la más fuerte de sus características aunque su duración mayor a las dos horas no ayuda, más bien se padece.