Por Leo Moreno (@protopeople)
Con un sold out en el Plaza Condesa el sábado por la noche, The Prodigy explotó por cuarta vez en nuestro país ante un público emocionado y ansioso por mover el cuerpo al ritmo del hard-hitting techno del trío de Essex, Inglaterra. Liam Howlett, Keith Flint y Maxim Reality encendieron el dancefloor de inmediato abriendo con “Breathe”, en un setlist que sería un excelente recorrido por sus grandes temas y con excelentes ejecuciones de canciones como “Nasty” o “Wild Frontier”, de su nuevo álbum The Day Is My Enemy (Vertigo Berlín, 2015).
“Where are my mexican warriors?” rugía Maxim Reality, mientras Keith Flint se movía sin parar en el escenario, contagiando a los presentes. Momentos como “Voodoo People”, “Firestarter”, “Omen” o “Invaders Must die” hacían sentir al suelo retumbar por el violento movimiento de la gente. Las frecuencias de los bajos recorrían el venue entero al envolver y atrapar al espectador con poderosas secuencias drum n' bass y breakbeats maravillosos. Está claro que después de más de veinte años, el prodigio está en forma. Ambos cantantes son atletas del escenario y Mr. Howlett es un productor fuera de serie.
La claridad del sonido y la calidad del audio estuvieron a la altura de las circunstancias, por lo que fue posible apreciar muy bien el trabajo del genio británico, aún en momentos en lo que parecía que tus oídos estaban por reventar. “Run with The Wolves”, “Poison” o “Smack My Bitch Up” tronaron en la sala y era imposible quedarse estático. La guitarra y batería en vivo acompañaban con precisión y poder, totalmente compenetrados con el mayhem sonoro digital.
Después de 14 temas, el sudor de miles corría y los artistas dejaban el escenario para regresar minutos después con un gran encore de cinco temas, en el que canciones como “Take Me To The Hospital” y “No Good (Start the Dance)” provocaron de nuevo caos total en la pista, para cerrar un generoso show de 19 temas que mantuvo una gran intensidad durante más de 90 minutos.
Potencia pura y dinámica. Electrónica agresiva pero liberadora. Cervezas al aire, cuerpo contra cuerpo y mucha energía. Grito tras grito, canción tras canción, golpe tras golpe, una vez más The Prodigy nos da una noche para recordar.