Para un fanático de la música electrónica bailable, es imposible conocer las causas exactas de la euforia que aparece al entrar a una pista de baile y sentir el beat. En las últimas cinco décadas han existido cientos o miles de artistas, intérpretes o re-intérpretes que buscan producir esta sensación en la gente, cada uno con sellos y sonidos particulares. Algunos estilos han trascendido no sólo como técnicas, sino como una nueva especie de discurso cuyo poder es tal que genera tendencias y, extraordinariamente, un modo de vida.
Con sus raíces firmemente asentadas en la cultura popular de occidente, el house se ha convertido en un pilar de la creación de música electrónica. Al culto del house se agregan cada vez más nuevos adeptos obsesionados que aún pueden aprovechar la vigencia de conocedores veteranos en un intercambio de aprendizaje que logra la permanencia del reconocimiento del género como uno de los más hegemónicos movimientos de la apreciación musical.
Andy Butler es el único miembro constante y la mente maestra detrás de Hercules and Love Affair, agrupación/proyecto que a pesar de sufrir cambios recurrentes en su forma de mostrarse como live act y tener problemas intentando conservar a grandes y talentosas figuras en su alineación principal, jamás ha modificado su objetivo y misión: acercarse profundamente a los sonidos más primitivos del house y el disco dándoles nueva vida por medio de un discurso que permite una identificación personal y social.
En sus primeros dos discos, Hercules and Love Affair (DFA, 2008) y Blue Songs (Moshi Moshi, 2011), Andy Butler logró este objetivo al agregar argumentos y primicias al sonido de las primeras grabaciones de house y disco mientras se mantenía fiel en lo que podía a las formas características esenciales del house. Prueba de esto es la canción “Blind”, del Blue Songs , en la cual junto con Antony Hagerty (vocalista y líder de Antony and the Johnsons) reencarnaba el sonido de forma extraña y metamórfica. Para este nuevo álbum, Hercules and Love Affair recluta al experimentado músico de industrial y minimal synth Mark Pistel y al dúo resurreccionista house-techno Haze Factory. Son las influencias y la experiencia de estos nuevos miembros las que permiten que el nuevo álbum se convierta en una obra más completa y rica que las dos anteriores, más que un tributo a las formas del ayer.
En The Feast of the Broken Heart (Moshi Moshi, 2014) el ahora más experimentado trabajo de Butler remite inmediatamente a un house luchador y subalterno que crece en las afueras de las grandes ciudades industriales del norte de Estados Unidos, principalmente Chicago y Detroit. Ciudades que por cierto, son hogar de grupos legendarios y pioneros del género como Fingers Inc. y disc-jockeys como Frankie Knuckles y Theo Pharrish. Las pistas del nuevo álbum hacen principalmente una referencia directa a una escena que nace de conceptos como las injusticias raciales, el levantamiento ideológico de la comunidad LGBT y la lucha contra el SIDA. Los tracks ya no sólo son fieles en la forma, sino al contenido mismo del house de antaño. The Feast of the Broken Heart es la consecuencia natural de la deconstrucción de la música electrónica que Butler ejecuta desde hace años: es una emulación fiel y precisa del signo emblemático de la cultura dance y disco de los 70 y 80.
Tal como en los tiempos de los lanzamientos de sus dos álbumes previos, el de The Feast of the Broken Heart representa un homenaje al house; no sólo a causa de su innovación técnica, sino debido a la conexión emocional que genera con su audiencia. Un ejemplo de esta premisa es el cuidado que se tuvo al elegir las colaboraciones con las Butler trabajaría cada una de las pistas. En “5:43 to Freedom”, la actriz Rogue Mary canta acerca del deseo de realización personal, elevando las frases “Be yourself / like there ain’t nobody” de un simple coro emocional a algo que podría inspirar una epifanía en la pista de baile. Por otra parte, el cenit emocional se alcanza en la canción “I Try to Talk to You”, en la cual el ahora famoso y reconocido John Grant canta acerca de un encuentro desafortunado con el VIH. Un coro desalentador en el que reza sutilmente “I don’t understand / help me please” se convierte en un espectacular floor-filler debido al trabajo preciso y único de Andy Butler y su equipo.
De alguna forma, The Feast of the Broken Heart ataca las desventajas de crear un álbum resurreccionista debido a la naturaleza misma del house. Comparada con otros géneros, la música dance es casi inmune a los efectos de la nostalgia debido a que se ha pasado la mayor parte de su existencia en el underground y la innovación continua tanto sonora como técnica. El arribo de nuevos músicos y fanáticos de la vieja escuela y el rave culture, como lo es Hercules and Love Affair, ha causado que el género siga con vida y en regeneración; eso evita que caiga en los clichés que atiborran las listas de ventas y las grandes tiendas de discos.
Algunos pensarían que es de mal gusto o falto de inteligencia musical el convertir argumentos sociales llenos de política y desaliento en canciones para la pista de baile, pero es esta misma negligencia la que mantuvo en pie la música house durante las épocas oscuras de Ronald Reagan y el SIDA en los 80 y 90. Son con esta negligencia y su entendimiento que Butler toca las fibras sensibles de los fans y reproduce una parte esencial del house: su historia. Una historia que es mucho más profunda que sólo la fiesta, drogas o música.