Television, el mito del punk en el Festival Marvin

Fotografías de Rodrigo Arce.
Los párrafos en cursivas se desprenden del artículo “Television’s Principles” de Robert Christgau, publicado en Village Voice el 19 de junio de 1978, y de entrevistas a Duncan Hannah y Danny Fields compiladas en el libro Please Kill Me. The Uncensored Oral History of Punk de Legs McNeil y Gillian McCain.

La narración que cuenta el nacimiento de un evento, de algo que comienza a ser, se le conoce como mito. Dentro de las religiones, se puede revivir un mito a partir de un rito que lo represente. Por ejemplo, cuando un fanático, de manera ritual, asiste al concierto de una agrupación consagrada, muchas veces espera ver parte de la encarnación del instante en que los músicos en el escenario dejaron de ser personas para convertirse en historia En este aspecto, uno de los tantos mitos del punk lo personifica Television, banda que abrió el escenario del ahora desaparecido CBGB, cuya relación es básica para explicar todo el movimiento que se desarrolló en los años subsecuentes.

La oportunidad que ofreció el Festival Marvin CDMX en su edición 2017 resultó única para los asistentes, no sólo por la curaduría del cartel, sino por el conocido formato del festival. Cada escenario montado en los distintos bares del circuito Condesa-Roma permitió que la esencia del punk se respirara en su ambiente natural. En el caso específico de Television, esta experiencia difiere de lo que han sido sus más recientes actuaciones en teatros y otros grandes festivales como el Primavera Sound de 2014, pues el contexto invitaba a sentirse cercano a lo ocurrido hace 40 años en Nueva York, aunque ahora el bar se llamara Salón Covadonga y el público estuviera alejado a cualquier idea de marginalidad.

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En punto de las 21:10 hrs Fred Smith, Bill Ficka, Jimmy Rip (sustituto de Richard Floyd desde 2005) y Tom Verlaine tomaron posesión del escenario estelar del Marvin con “Prove It”, canción recibida por la gran mayoría del público con entusiasmo al gritar, más que acompañar, el coro, mientras que otros aromatizaban la sala con distintos tipos de hierba quemada. El encanto de la música de Television se hizo presente a partir de uno de sus mayores atractivos, que es la técnica de punteo de la guitarra de Verlaine, quien no dudó en derrochar talento desde el principio y alargar aquellos requintos que mantuvieron fascinada a la concurrencia.

Estos músicos son líricos, espaciados y oscuros, y no viven con el miedo de aburrir a alguien. No importan los rave-ups ni los largos solos, muchos de sus intros, donde los riffs individuales se repiten una y otra vez, se extienden por un minuto, cerca del punto donde los Ramones comienzan el coro.

El concierto continuó con “Elevation” y “Venus”, formando una triada inicial de canciones del Marquee Moon. Al desprenderse del álbum más popular de la banda, el público se sintió conectado porque era partícipe de la actuación a través del entusiasmo y el canto colectivo que acompañaba a Verlaine, cuya voz, desafortunadamente, se ha deteriorado con el paso del tiempo.

Verlaine deseaba ser Bob Dylan. Cuando ellos se encontraron por primera vez, recuerdo que Terry Ork me dijo “¿Por qué no haces un club de fans de Television?”

Y le dije “¿Para quién? ¿Para treinta personas?”

Terry dijo, “Bueno, puede ser algo conceptual. Hazlo un proyecto de arte o algo por el estilo”.

Un fenómeno que resulta curioso en la música popular, es que sus movimientos más radicales y propositivos tengan sus fundamentos en elementos del arte de la alta cultura. El punk de Television, incluso el de Patti Smith, se vio influenciado por una búsqueda poética dentro de sus letras, mientras que musicalmente fueron clasificados como art-rock por la estructura de sus piezas. Dentro de su primer concierto en tierras mexicanas, esto se reflejó en el gran espacio de tiempo que se tomaron entre canciones, ya fuera para afinar instrumentos o para marcar el tiempo exacto en el que debían comenzar su siguiente interpretación, tiempo muerto que se llenaba con alguna interacción con el público.

El setlist continuó con “1880 or So”, del álbum Television, su última producción discográfica y que representó su regreso en 1992 tras 14 años de ausencia. La improvisación y el protagonismo cambiaron de personaje cuando Jimmy Rip tomó el mando de la canción con un largo solo con tintes bluseros. Ripp estableció un vínculo con sus demás compañeros y ensamblaron lo que fue uno de los mejores momentos de la noche. El concierto siguió con “Torn Courtain”, en la cual Tom Verlaine interpretó algo similar a lo hecho por el otro guitarrista, pero suave y lento, como si prepara el camino para lo que estaba por ocurrir después.

Si ellos son unos tímidos, son los tímidos más ruidosos que haya escuchado, su notoria desconfianza ha sido modulada desde que comenzaron el tour en 1977. La puesta en escena de Verlaine se trata de lo que siempre ha sido –gira los ojos hacia arriba para indicar esfuerzo, euforia, regocijo o sorpresa– aunque sonrió abiertamente más de una ocasión y como sus compañeros parece que ha ganado algo de soltura allá arriba.

Lo que seguramente era el momento más esperado de la noche llegó con el famoso riff que indicaba el inicio de “Marquee Moon”. El Salón Covadonga se exaltó, coreó el símbolo de toda una historia y se dejó llevar cuando llegó el momento del requinto. Por momentos, el solo que mitificó a Verlaine fue reestructurado por él mismo, como si su intención fuera no hacer una copia fiel de aquel pasaje musical, sino recrear lo conocido en otro tipo de experiencia.

En el escenario, Richard Hell y Tom Verlaine lucían como si fueran a explotar en cualquier momento –como si sólo trataran de mantener la paz. A veces tenían peleas en el escenario. Eso podía suceder un domingo por la noche, cuando sólo había quince personas ahí, y uno de los dos tocaba algo mal, y Tom Verlaine empezaba a gritarle a Richard, “Ah, fuck you”. Y Richard le gritaba de vuelta, “No te lo tomes tan en serio, pendejo”.

Las variantes implicaron momentos de altas y bajas dentro de la canción: un momento inicial de éxtasis en conjunto con toda la banda, al que le continuó un efecto de pedal que le dio a la guitarra un sonido parecido al de un violín; tras ello, el guitarrista perdió el tempo rítmico, lo que desequilibró a los demás miembros y la sensación que se generó en un principio empezó a dejar dudas. Incluso, la estructura circular de la canción, que tras el solo vuelve a su inicio, no fue tan notoria y pareció que la terminaron antes de cerrar el círculo porque se habían salido del camino y era difícil reencontrar la vía de regreso. Tal vez, esto como consecuencia de haber estado inactivos alrededor de 6 meses.

Esto, sin embargo, no se tradujo en un ambiente negativo. Aunque diferente, era la canción que todos esperaban y tener la oportunidad de presenciar el acontecimiento de Television en México aminoró las variantes, algunas fallidas, para convertirlas en la singularidad que separó este concierto de sus predecesores. Tras finalizar “Marquee Moon”, el grupo se dio tiempo para hacer un encore sísmico, pues el público, fascinado por la actuación, empezó a hacer ruido con sus pies pidiendo a Television de vuelta, haciendo temblar al Covadonga.

¡Pienso que Television eran fabulosos! Los brazos de Richard Hell y el cuello de Tom Verlaine eran tan fascinantes que no necesitaba más arte, música, vida, amor o poesía que me hiciera feliz después de eso. Ellos eran la cosa más hermosa que haya visto. La piel de los dos… tenían la piel más bella del mundo. La piel de Tom Verlaine y de Richard Hell eran de ese tipo de clase: “Dios la hizo y después desechó la fórmula de la piel”. Y entonces, ahí estaba Richard Lloyd, que me mamaba.

A todos les mamaba Richard Lloyd. Él era otro con piel magnífica. Él era uno más con belleza espectacular. Era la banda de las bellezas.

“Friction” fue la canción que la banda eligió para dar fin a su acto. Los saltos fueron la primera reacción del público que no dejó de disfrutar de la música, pues muchos se limitaron a gastar fuerzas e interactuar en otros escenarios del festival para poder vivir el concierto al máximo. Con el Salón Covadonga lleno y la gente entregada, Television se despidió de estas tierras, entregando una pieza artística en sí para sus fanáticos.

Ocho canciones en una hora con diez minutos fue el resultado final. No se puede dudar de la capacidad de los músicos de Television para reproducir su obra de estudio con precisión quirúrgica. Sin embargo, el paso del tiempo y el concepto artístico de la banda exigen fabricar la interpretación, el performance, de una manera distinta, y la banda lo hace a partir de la improvisación y el experimento, donde también se corre el riesgo de fallar, pero donde el fallo no tiene méritos negativos, ya que la reproducción exacta y continua le resta carácter a la pieza de arte y la convierte en mera artesanía. Gracias al Festival Marvin, la Ciudad de México escribió una nueva historia en su mitología musical.

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