El pasado 23 de febrero, el foro Pabellón Cuervo se inauguró por el precursor de la música disco, Giorgio Moroder. Un par de meses después, era inesperado que el foro reuniera las mismas características de vibrante energía, luces enamoradas de los beats e increíble calidad musical con la presentación de Richie Hawtin. La noche del 19 de mayo, el productor y mezclador canadiense tuvo como presentadores estelares a la escolta enérgica de Hito y Matador, los cuales sacaron a relucir su música globalizada a una ciudad todavía más internacional. Ya muy cerca de la madrugada del día 20, el dios terrenal del minimal y techno, se propuso salir a sacudir aún más a un público exigente, conocedor, pero íntimamente abierto, comunitario y pasional.
Entre vibras que rodearon a cada rincón del lugar, beats que lograron suspender todas las suelas y el mismo amor compartido por la música electrónica, hicieron que Richie Hawtin diera su mejor versión. Embodegados y remitidos a la década noventera, a oscuros relampagueos visuales y con el roce ocasional de calor humano, Hawtin confeccionó el ánimo, lo subió y, durante dos horas, lo mantuvo hasta crear un ambiente impregnado de su música. A minutos de despedirse, subió el ánimo una vez más; el público le rogó mientras Hawtin lo mantuvo y nunca lo bajó. Hawtin, en lugar de completar el ciclo anímico, abrió otro. El público, en lugar de encontrarse satisfecho, quedó extasiado en espera de más beats.