La vida sin José José: un track by track a ‘Un tributo’
Ante la muerte, las palabras escasean; muchas veces, sobran. Sin embargo, es uno de los únicos recursos que nos quedan ante la orfandad. El “Príncipe de la canción” trascendió de plano y deja detrás una carrera llena de altibajos, donde predominan el estoicismo trágico, el dolor y la melancolía. José José musicalizó (para bien y para mal) el soundtrack de vida de millones de personas. La educación sentimental de un pueblo reposa en sus numerosos sencillos. El oriundo de Azcapotzalco fue un héroe trágico, un hermoso perdedor que transmutó en oro su voz, la vorágine del éxito contrastaba con su decadencia física y mental, José José se encaminó por una senda de autodestrucción y redención.
La voz del crooner mexicano se apagó hace bastante tiempo. Mermado su espíritu creador, lentamente la voluntad del ídolo cedió ante los embates del tiempo y los estragos de los vicios, finalmente, su corazón, su gran corazón, decidió callar.
En 1998, José Rómulo Sosa Ortiz se encontraba en plena producción y posterior promoción del álbum Distancia (BMG, 1998). El plato número 29 de José José contenía éxitos como “Ojalá que te mueras”, “Triste tarde gris”, “Sin ti” y “Amar sin ser amado”.
El éxito fue un leitmotif en la carrera del Príncipe. Sin embargo, el halo de “malditismo” era constante en la vida del intérprete, su dependencia al alcohol se vio contenida en 1993 gracias a la terapia que recibió en un centro de rehabilitación ubicado en Minnesota, EUA, no obstante, el daño que sus cuerdas vocales recibieron tras años de adicción eran notables, la voz se estaba apagando.
Tras el éxito moderado que obtuvo en 1997 la producción Tributo a Queen: los grandes del rock en español (Hollywood Records), la iniciativa se aplicó con varios de los temas más emblemáticos del Príncipe de la canción, la unión de artistas tan disímiles como Molotov y Alejandro Escajadillo (alias Aleks Syntek) dio como resultado el disco: Un tributo (a José José), que vio la luz el 10 de noviembre de 1998. El resultado: uno de los mejores discos homenaje que se hayan realizado en español.
La partida del Príncipe es sólo física. Su imponente presencia vocal continuará sonando en los aparatos reproductores de sonido, su impronta e importancia seguirá empapando a las nuevas generaciones, la vida sin José José se tornará más llevadera si revisitamos su larguísima trayectoria.
Quince fueron los temas elegidos para Un tributo, canciones insignes impregnadas. La mayoría, en la psique popular, recuento de una carrera plagada de gloria y dolor. Para nada sería ingenuo afirmar que el acercamiento al rock en español de muchas personas se dio con la aparición de esta compilación-tributo. Si bien la carrera de varios de los artistas invitados a colaborar en esta producción estaba ya cimentada, es cierto que los ayudó a alcanzar mayor notoriedad en públicos no muy asiduos a sus respectivos géneros y, también, enlazó musicalmente a distintas generaciones. Abuelos, padres e hijos podían corear a gañote partido las interpretaciones del Príncipe en boca de actos contemporáneos.
El aquelarre sonoro comienza con el jolgorio y desparpajo de Maldita Vecindad y los hijos del quinto patio, quienes re-versionan “Ya lo pasado pasado”. La parsimonia lastimera de esta balada se transmuta en un carnaval, introducción eficaz para sumergirse en un viaje singular y variopinto.
La esencia, el corazón, de las interpretaciones de José Rómulo reposan en el despecho, en la herida que no cierra y carcome trozo a trozo el alma del ser herido. Julieta Venegas aceptó el reto de interpretar uno de los himnos más célebres del Príncipe, nada más y nada menos que “El triste”. Mítico es el performance que José José efectuó en el 2° Festival de la Canción Latina (1970), tal vez la interpretación de su vida. Pues bien, Venegas no se dejó amedrentar y nos regaló una versión sentida, visceral y fresca con un crescendo que estalla y culmina como fue en la original del desaparecido Príncipe.
Arrabaleros, irreverentes o payasos, Molotov no deja indiferente a nadie, los amas o los odias. “Payaso” sufrió una deconstrucción severa a manos de esta bandada de desadaptados. La balada ingenua se convierte en una estruendosa pieza de disco-rock con tintes de psicodelia, ideal para incomodar y des-amodorrar los sentimientos y aligerar las tensiones del desamor.
“Gavilán o paloma”, un infaltable del cancionero josejosiano, recayó bajo las manos de La Lupita. Héctor Quijada, Rosa Adame y compañía reconstruyeron este clásico (también se lo apropiaron, puesto que a la fecha lo interpretan) como una dinámica balada rock-pop con tintes disco. Cabe mencionar que fue uno de los sencillos con mayor rotación, ya que contó con un video oficial, en el que participó José José, que rotaba constantemente en MTV.
En general, podemos decir que el plato es bastante redondo y su calidad se mantiene a lo largo de los tracks. No obstante, algunos artistas y agrupaciones tomaron riesgos poco afortunados, tal es el caso de Beto Cuevas (vocal y líder del grupo chileno La ley). “La nave del olvido” pasó de ser un tema desgarrador a una arriesgada apuesta interpretativa, tintes de minimalismo experimental, electro seco, frío, como una cuba de Bacardí blanco.
Por otra parte, tampoco se puede negar que hay interpretaciones que sobran en este disco, tanto así que pasaron desapercibidas en su momento y, el día de hoy, quizá nadie las recuerde. “Me basta” es, para muchos, la peor versión del disco, la apreciación podría parecer subjetiva, sin embargo, es innegable la diferencia de calidad en todos los sentidos. Juzguen ustedes, el tiempo ya lo hizo. ¿Alguien se acuerda de Poncho Kingz?
Otro de los temas con mayor rotación en los medios fue “Volcán”, los encargados de darle nueva vida al tema del Príncipe fueron la agrupación de pop electrónico Moenia. Fieles a su estilo lleno de beats pegajosos, los músicos chilangos edificaron una pieza que sacó de las cantinas y arrabales el tema y lo tunearon para que retumbara en todas las pistas de baile.
Hay temas que quedan marcados en la piel, se convierten en tatuajes sonoros que nos acompañan toda la vida. “Amnesia” es una composición que cala en los huesos, regurgita en el interior de los que una vez fueron amantes. Control Machete, referente del hip hop mexa, erigieron un sentido y elocuente tema, sobrio pero completamente nuevo a las orejas de los nuevos escuchas. Track que pasó a engrosar la playlist de desamor de las nuevas generaciones.
“Preso”. Irónicamente esta reversión corrió a cuenta de Aleks Syntek, pop con el sello característico del señor Escajadillo (en el tenor de “Sexo pudor y lágrimas”), pulcro, sin riesgos y cumplidor.
La recta final del disco se torna una montaña rusa de emociones, tal vez sea la parte más balanceada y que contiene muchos de los temas del Príncipe que las nuevas generaciones inscribieron en su cancionero personal. “Amar y querer” corresponde a la agrupación tapatía Azul Violeta. Hugo Rodríguez, vocal y líder, no desmerece en su interpretación, el dramatismo lírico es llevado de manera correcta, los arreglos transitan entre el electro y el rock pop de alta calidad.
“Una mañana”, tema original de 1969, conservó su aura fresca, tropical y seductora. Café Tacvba, los hijos pródigos del rock mexicano, no corrieron riesgos y fueron a la segura. Interpretaron casi idénticamente la versión original, obviamente con el esmero y detalle que ponen en cada una de sus producciones.
Tal vez la versión de “Si me dejas ahora”, a cargo de Leonardo de Lozanne, sea la que rompe con el hilo conductor de “éxito seguro”, puesto que el líder de Fobia se pone a coquetear con loops y beats que desencajan con el sentimiento trágico de la versión original, esto no quiere decir que su intento desmerezca de sus predecesores.
Aunque parezca increíble, Víctor Monroy, voz y guitarra de Pastilla, antes no odiaba a los mexicanos,. Al menos, no lo demostraba y así se sintió cuando la agrupación mexico-americana se apropió (de buena manera) de “Lágrimas”. Distorsión, guitarras afiladas y la desafinada voz del inestable Monroy, una explosión de sentimientos y de fuerza.
El epílogo no podría ser inmejorable, la avanzada regia se apodera de los controles y nos receta dos interpretaciones grandilocuentes. La primera: visceral, entrañable y poderosa. Jumbo emociona, derrumba y eclipsa con “Lo dudo”. Por su parte, el chuntaro style de El Gran Silencio aparece con toda su gloria y pone a bailar al respetable con “Lo que no fue, no será”, punto final que cierra una odisea llena de sentimientos a flor de piel, ritmos vertiginosos, interpretaciones entrañables y, lo más importante, el homenaje al hombre, la voz, el ser humano que dio su vida y su voz por su música.
José José no ha muerto, José José es inmortal y su música lo respalda. El mejor tributo, es escucharlo.