El momento en el que se empieza a ser adulto es imperceptible y difícil de señalar. Lo que sí es que uno se da cuenta de lo complicada que se vuelve la vida. Nuestra percepción lineal de las cosas hace creer que la vida empieza en un punto –punto A– y debe de acabar en otro –punto B. Sin embargo, esto no es así. La ambigüedad de tales puntos y la falta de congruencia, puede ser frustrante y hasta agobiante. En cualquier momento se puede perder la cabeza al tiempo de no entender el rumbo que se lleva ni cuál es el desenlace.
Mi vida es un rompecabezas (2013), es la última entrega de la trilogía francesa del director Cédric Klapisch. Después de recorrer ciudades como Barcelona, Londres y San Petersburgo, los cuatro protagonistas de esta comedia romántica se encuentran en Nueva York. Los cosmopolitas, Romain Duris (Xavier), Audrey Tautou (Martine), Cécile de France (Isabelle), Kelly Reilly (Wendy) están a punto de cumplir cuarenta años y sus vidas han sido todo menos simples. Siguen en la búsqueda de un lugar donde encontrar felicidad y estabilidad. Lo que implica la madurez no sólo es asumir más responsabilidades, sino también continuar con preocupaciones, dudas y miedos sobre el futuro. Esto hace a los personajes entrañables y facilita conectar con ellos.
Mucho tiempo ha pasado desde que Xavier exploraba por primera vez las calles de Barcelona, gracias a la famosa beca Erasmus, en Spanish Apartment (2002). Es ahí donde su carrera profesional da un giro y descubre que su verdadera pasión es escribir. Luego le seguiría Russian Dolls (2005) con la búsqueda de su verdadero amor. Ahora, años después, se tendrá que enfrentar al divorcio y pelear la tutela de sus hijos, la donación de esperma y la difícil tarea que implica adquirir la nacionalidad norteamericana.
La historia se cuenta a través de ejercicios metalingüísticos donde la voz en off del protagonista se mezcla con paralelismos de su profesión y encuentros imaginarios con filósofos como Hegel y Schopenhauer. Hablar español será una gran ayuda para sobrevivir en la gran manzana multicultural que determina la revolución en los hábitos familiares y sociales, las relaciones que van más allá del simple “shock cultural”.
Se trata de la llamada “comedia humana” con la que Truffaut y Woody Allen han hecho verdaderas obras maestras. Klapisch se adentra en un viaje de pluralidad y de encuentro entre el viejo mundo con el nuevo. Xavier descubre que al final –citando a Hegel– se encuentra la nada, y que la existencia –según Schopenhauer– se trata de la inminente belleza de su comienzo. Así que se vale que la vida sea “normalmente complicada” para llegar a algo así como a la siguiente máxima: “la felicidad no es la meta, sino el camino”.