por @ElRoyMT Hace unos tres meses, lo único en lo que mucha gente podía pensar era el magno evento futbolístico que tomaba lugar en Brasil, la tierra madre de la samba. Como era de esperarse, mucha gente tomó el mundial como una oportunidad para hacer crecer su mercado, y utilizó la cultura carioca para vender sus productos; todo el mundo se empapó, de una u otra manera, de esa aquarela do brasil que tanto refresca el alma. El DJ y veterano productor inglés Gilles Peterson no titubeó, y pasó los primeros meses del 2014 en la patria de Tom Jobim, grabando a fuertes exponentes de la música brasileña –desde Elza Soares hasta Seu Jorge—, algo que después tomaría la forma de un disco, Brasil Bam Bam Bam (Talkin’ Loud, 2014) y un colectivo, Sonzeira.
A pesar de que esto haya implicado una hazaña de mercadotecnia, el resultado fue algo completamente libre de pretensión, cuya sonoridad está sobrecargada de una tradición bien pulida y cuidada, ya que se trata de los mejores músicos brasileños vivos reunidos en un solo disco.
Todo comienza con “Where Naná Hides”, un viaje por la selva amazónica de Brasil, a través de la cual buscamos la figura mítica de Naná Vasconcelos —percusionista brasileño de renombre internacional— mientras la voz de Seun Kuti nos deja clara la proveniencia africana de los ritmos en la música latina. Después de varios minutos de humareda mística, a la mitad de la segunda canción, “Nana”, los sonidos cobran un aire fresco con la entrada de una trompeta juguetona, que imitan la voz de la legendaria Elza Soares —la aventura se pone buena.
A lo largo de la expedición amazónica van apareciendo personajes alegres. Al ritmo del pandero y los tambores, estos delinean un contorno cultural carioca que acalora el corazón. La voz de Seu Jorge abraza al escucha en “Sambãio”. En “America Latina”, el orgullo de ser latino se ve realzado por un coro que nos invita a aprender portugués y cantar bossa nova todas las tardes lluviosas del año. Para “Southern Freeze” y “Mystery of Man”, el sello de Gilles Peterson sale a la luz; la producción cobra aires más eclécticos e innovadores: hay texturas etéreas que podrían rayar en el estereotipo del world music, pero éstas son contrarrestadas con bases rítmicas digitales y grooves propios de la escena electrónica europea.
El punto álgido del disco llega con el arreglo minimalista del cuasi himno brasileño, “Aquarela Do Brasil”, en donde la voz sensual de Elza Soares inyecta una instantánea sensación de intimidad, ya que lo único que la acompaña es una guitarra, unas intervenciones esporádicas de las cuerdas y, hacia el final de la canción, percusiones apacibles que demuestran la maestría con la cual este disco estuvo pensado: si reúnen figuras de la vieja escuela con talento nuevo, no habría por que atiborrar los arreglos de ritmos e ideas. Ya ellos han venido haciendo esto, ya ellos lo saben hacer. Y que lo sigan haciendo así.
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