Por: David Segundo y Rocko Martinez
Fotos: Humberto Prina
La segunda edición del Raymonstock, festival de los chicos raros fue una verbena llena de música radical. El Foro Indierocks se lleno de cervezas, salchichas Frankfurt, alimentos veganos, y atuendos estreduosos. El potente garage de Buried Under Stars se mezclaba con la exótica electrónica de Lola’ Bad’s. Los asistentes marchaban zigzagueantemente entre los dos escenarios para enloquecer sus hormonas y mecer su cuerpo en baile fortuito. Desde tierras tapatias Baby Nelson & The Philistines creaban los primeros slams de la tarde.
Raymondstock también contó con el regreso del hijo predilecto de Monterrey Alexico. Una de las gratas sorpresas fue el pelón de Bonsai Babies, el chico de Hermosillo puso a todos a bailar con su poltergaze. Música tántrica que dejó al respetable anonadado. Se reveló un gran misterio de Perú con el garage Eva y John. Quinteto triturador de almas capaz de mitificar a César Gutiérrez y crear metáforas apasionadas con ciempíes.
Seguían las sonoridades del norte con la llegada de Animación Suspendida. Un trío que nos regala un esplendor al pasado. Minimal-wave y kraut rock que se expandía e. Tal vez la noche se la llevo los hijos predilectos de Coapa Los Blenders. En el toquin el slam estuvo presente permanentemente. A pesar de contar con un set corto; la adrenalina se mantuvo constante. “Meta y Dinero ” acabó con la poca cordura que restaba. Todos eran raros o aparentaban serlo. Nada importante.
Un abrupto cambio de cancha de chavos raros sucedio entonces. La visión cambió de un chavo raro que enfermo, llegó a tempranas horas del festival mientras convivía con la escena y tomaba agua de quince pesitos, uno de los precios más amables en la historia de los festivales. El siguiente chavo llegaba tarde, cuando la noche dejaba caer al resto de la escena y los amantes de los pisos pegajosos. Una resaca extraña que revolvía el estómago y el deseo casi nulo por entrar a un recinto que conforme pasa el tiempo provoca más náusea, sin embargo Raymondstock tenía todo en su contra para ser más que un festival, un pésimo toquin de esos que aman los amantes de las bocinas rotas y la cerveza caliente. El sonido para los Blenders se apagaría de la nada mostrando que el toquin horrible era una realidad. Obviamente una banda no tocaría por estúpidos problemas de cables y mediocridad del staff. Ocultdanse, era la víctima. Muchos incluso decían con inocencia: “así son esos güeyes, ese pedo es un performance”.
Las pláticas en los extraños jacales convertidos en un lugar para el hangeo de gente cool, ya eran más etílicas que conscientes, el odio a las escaleras para ingresar al escenario, provocó la huida de muchos, conforme la noche pasaba, la gente prefería tirarse o esperar los estruendos que valieran la pena para hacer el vía crucis al sauna hecho lugar de conciertos. Para el momento más esperado de muchos el lugar empezaba a oler mal. El sudor viejo, la vieja escena, la escena chafa y el crust se unía para presenciar la presentación más decadente de la noche. Los Monjo finalmente pagaban su deuda al Distrito Federal, el raquítico baile y los golpes en las mandíbulas no se hicieron esperar, de pronto la anarquía se manifestaba, con todo y el monoso malas vibras y la lluvia de líquidos dudosos.
Afuera había ebrios malacopa tratando de ligar con niñas sobrias, que llamaban a seguridad. Una manada de obesos viejos que sometían a los acosadores y los sacaban del lugar, todo, para que estos amistosos sujetos, usarán las puertas del lugar como percusión de banda de death metal.
Así es como todo salía mal en Raymondstock y mientras más erraba, más enamoraba, las rechiflas, las peleas y la mala calidad, dejaron un buen sabor de boca a los chavos raros reales. Pura gente true el resto, antes de las media noche yacía en casa y aplicaba filtros de Instagram a sus selfies más cute de la noche del festival Raymondstock.