Taika Waititi y la convicción derrumbada
Taika Waititi es uno de esos directores que se ha ganado a pulso que la gente haga el esfuerzo de recordar y pronuncia su nombre. Desde What We Do in the Shadows ponía a toda luz de sus encuadres que tenía definitivamente una manera distinta de ver las cosas.
El cineasta neozelandés es mejor conocido por todos por la gran producción de Marvel, Thor Ragnarok, demostrando que si le das una película a un buen director aunque la historia ya está escrita y pactada siempre hay una manera dislocada y divertida de contar las cosas.
Jojo Rabbit es el más claro ejemplo de la capacidad que tiene Waititi para dejarnos con la cabeza torcida preguntándonos ¿Qué es lo que estamos viendo?
Inspirada en la novela de la escritora, Christine Leunens, El cielo Enjaulado, Taika Waititi cuenta la historia de Johannes Betzler, un niño que lleva su vida como puede en las inmediaciones de la Segunda Guerra Mundial.
Rodeado de jóvenes entusiastas del régimen nacionalista a Johannes no le va del todo bien con sus compañeros más grandes que terminan por llamarlo “Jojo Rabbit” en búsqueda de hacerle la vida más pesada.
Viviendo en casa con el personaje interpretado por Scarlett Jhoansson, nominada al Oscar haciendo el papel como madre, no halla mucho apoyo emocional. Su único amigo al final resulta ser ese que puede imaginarse: al inigualable Tercer Reich, personificado por el propio Taika Waititi.
El pequeño JoJo Rabbit se enfrenta a un discernimiento entre lo que vive, lo que ve y lo que le aconseja su amigo imaginario, que le puede dar consejos tan valiosos como “Sé el conejo” haciendo alusión a que abrace lo que es y se acepte como es; o “Son monstruos”, refiriéndose a la niña judía que su propia madre esconde en compartimientos secretos detrás de las paredes de su habitación.
Jojo Rabbit es una película que invita a la reflexión desde un lugar que resulta incómodo. “Dejemos de lado la guerra y el terror y riamos un poco de la tragedia”
La película desde sus comienzos tiene fuertes declaraciones que a muchos les hace levantarse del asiento pero hay que quedarse hasta el final de la película para reconocer el genio con el que Taika Waititi a logrado derrumbar las convicciones de un niño entusiasta del nacionalismo Hitleriano y con las de él abrirnos las ventanas para invitarnos a derrumbar las nuestras.