Por Rowena Bali
La última vez que vi a René Avilés Fabila fue el 22 de julio del 2012. ¿Por qué recuerdo con tanta precisión la fecha? Porque fue un día importante. Mi colega Agustín y yo nos propusimos entrevistar a los escritores de la Onda que todavía nos quedaban. Memorable fue aquella entrevista con José Agustín, a quien le molesta el mote de “escritor de la onda”, no entiendo muy bien aún por qué. A nosotros dos, durante el bachillerato, nos tocó rodearnos de amigos que eran admiradores del escritor guerrerense y querían ser como él, querían ser “onderos”. Después de varios años de escuela yo entendí por qué tanta admiración hacia el gran José Agustín y quise unirme a ella.
Fuimos luego a entrevistar a René Avilés, recuerdo que le hicimos la pregunta de si a él le molestaba ser un escritor “de la onda”. Se echó a reír, luego se puso serio y con sonrisas intermitentes nos explicó su admiración hacia la escritora Margo Glanz; nos confesó que en sus años mozos la literatura de la onda fue lo suyo, pero que en el resto de sus años su obra había sufrido transformaciones tan inesperadas, que ya no se preocupaba por adherirse a alguna corriente o generación. Era, pues, un escritor que miraba hacia delante.
Dejaré de lado los aspectos de su personalidad que no comprendo y que no me toca juzgar, para hablar del señorón a sus 72 años; con una vida desbordante, que nos mostraba con entusiasmo sus libros y sus discos, que intentaba contárnoslos todos, que nos daba una historia en cada respuesta. No puedo dejar de recordar su aspecto impecable cuando nos recibía en su biblioteca, ni puedo olvidar esa cabeza atestada de datos, reflexiones e historias prestas para entregarse a su interlocutor, a su alumno.
Sus anécdotas acerca de sus compañeros de generación: Gustavo Sáinz, José Agustín, Parménides García Saldaña, Margarita Dalton, Hugo Hiriart o Héctor Manjarrez, lo llevaban a la sonrisa. Los tiempos que vivió con ellos fueron de alocada juventud, de aventuras suicidas, de creación febril, conciencia social, revolución, sexo, drogas y claro, rock and roll.