¿Poncio Pilatos o el soldado romano?: Violencia como representación artística

¿Poncio Pilatos o el soldado romano?: Violencia como representación artística

Crucifixión Andrea Mantegna Temple sobre madera Museo The Louvre

Crucifixión Andrea Mantegna Temple sobre madera Museo The Louvre

Hoy vengo por primera vez a escribirles, esperando que haya por ahí un ocioso, aburrido o un curioso que lea, aunque sea algunas palabras de lo que pretende ser una columna, si la paciencia y la obligatoriedad de las múltiples responsabilidades, me permiten estar aquí cada quince días. Y sí, con suerte los bloques pesados del multitasking nos dejan un espacio cerebral para discutir un poco sobre arte. 

¿En qué sentido hacemos imágenes? ¿Por qué no nos bastan las entregadas por el mundo externo? Infinidad de respuestas se han dado a esta pregunta. Yo sólo quiero venir a discutir algunos aspectos de esta complicidad humana con el acto de crear; de modificar, de explicarse el mundo a partir del producir.

Antes que nada, por supuesto que le temo a la crítica; mi vulnerabilidad está presente, pero a la vez, me imagino los diálogos excéntricos entre un Kepler y Tycho Brahe, y entiendo que sólo a veces en la locura de la discusión, nacen asombrosas y sobre todo nuevas ideas. Dicho esto, estoy al pendiente de sus observaciones. 

¿Podemos hacer de las imágenes creadas, documentos históricos?, o ¿sólo debemos tomarlos como el fundamento estético de las curadurías en los museos?... Yo quiero proponerles, y por supuesto no es una idea mía, que las representaciones artísticas son un síntoma de la época, de acuerdo con el pensamiento de Warburg. Es decir, hay en esas producciones, un escondite de explicación no sólo del creador, sino de su mundo cultural que viene arrastrando y recreando en cierta manera en su obra.

Así que, queridos todos: hoy quiero hablar de la violencia como representación artística, y más que hacer una teoría absoluta y vasta, quiero elegirlo como primer tema porque, queramos ser conscientes o no, la violencia parece ser el método que se cree efectivo para componer lo descompuesto; o para vencer sobre lo incauto.

Tomaré un tema, muy visto por todos nosotros, hijos de Occidente, del imperio hispánico (cristianismo) y de las ciudades pobladas por más iglesias que hospitales. Aclarando que no pretendo convertirlos, si por aquí hay un escéptico sobre el cristianismo (yo misma lo soy) y no busco ofender, o persuadir a los que profesen cualquier otro credo. Elijo el tema de la crucifixión porque de cierta forma es muy probable que sea parte de nuestra cultura visual, lo identificamos y, curiosamente, esos jesucristos retorcidos, a veces sangrientos en pleno dolor y contorsión corporal nos pasan inadvertidos, desde la cotidianidad con la que hemos convivido con ellos, aun si no somos cristianos (agradezcan al curso de la Historia, que trajo al señor Dios por barco).

Crucifixión. Anónimo. Libro de horas. Francia, ca. 1475-1515. Vitela, becerro. 169 x 118x 43 mm. 146 páginas. Colección: Libros y Documentos.

Crucifixión. Anónimo. Libro de horas. Francia, ca. 1475-1515. Vitela, becerro. 169 x 118x 43 mm. 146 páginas. Colección: Libros y Documentos.

Por supuesto que las miles de imágenes de Jesucristo en la cruz han tenido un fin de dogma, pedagogía y política económica, pero nosotros nos adentraremos en su sentido de representación como culmen de la violencia acabando con el sacrificio del inocente. Del postulado de la violencia como solución para la aniquilación de lo supuestamente descompuesto, lo ingenuo o simplemente lo discordante.

¿Dónde han visto algo así en el mundo? ¿Acaso no violentamos al niño que debe trabajar arduamente para conseguir apenas lo necesario para la subsistencia? ¿Qué dicen de las mujeres hechas trizas en ríos?, ¿de los migrantes secuestrados, mutilados y/o asesinados?... y millones de cosas terribles, donde la violencia es el mecanismo de contención, de acribillamiento de la vida.

Ahora, dirán: ¿Qué tiene que ver eso con las pinturas de Cristo en la cruz?. Vamos para allá…

La crucifixión es la imagen máxima de la injusticia aplaudida por la masa. El inocente es clavado en la cruz y la multitud celebra o le es indiferente el acto; incluso los que le siguen se resignan, callan o le niegan (tres veces antes de que cante el gallo). La violencia se convierte en el mecanismo político del sacrificio del inocente. Como nosotros crucificamos a los niños pobres, a las mujeres que mueren en abortos clandestinos, a los hombres jóvenes muertos en las filas de narcotráfico, a todo aquel en el que postramos el peso de las formas políticas y económicas con las que llevamos el mundo. Su muerte y sufrimiento no nos importan, o mucho peor, conscientemente picamos sus costillas para que se desangren.

La crucifixión (Tabla central del Retablo de Isenheim) Matthias Grünewald, 1512- Pintura al temple y óleo sobre tabla Museo de Unterlinden, Colmar, Francia

La crucifixión (Tabla central del Retablo de Isenheim) Matthias Grünewald, 1512- Pintura al temple y óleo sobre tabla Museo de Unterlinden, Colmar, Francia

Si a las imágenes producidas en la tradición las tomamos como documentos históricos que nos comunican las formas de socialización, entonces Cristo en la cruz es un reclamo del sacrificio. De nuestro chivo expiatorio, en el pensamiento de René Girard, es el desencanto de los procesos humanos que se han sustentado en un progreso que se sostiene del rompimiento de los otros.

Entonces, la violencia es el mecanismo político para dominar o sostener nuestro status quo a costa de la otredad. Sin embargo, como anunciaba ya Hannah Arendt, la violencia no debe verse como un signo de poder y, mucho menos, concebirse como la estrategia política. El hecho mismo de que no hemos encontrado un elemento que la reemplace, es la razón de su siempre desafortunada repetición. Aclarando que todo acto social y privado es político (“Todo lo personal, es político”. Dirían las feministas).

Lo complicado no es entender que el hombre en la cruz no debería estar ahí. Que el niño con hambre no se lo merece, que la mujer violada no tuvo la culpa (algunos aún no les queda claro esta idea)… No es realmente difícil reconocer a la víctima, ésa es clara; está en la cruz. Lo realmente perturbador, es reconocernos como victimarios. Ya sea que seamos Poncio Pilatos, o el que aclama el castigo como medio de ilusoria solución.

Cristo en la cruz Sebastián López de Arteaga öleo sobre tela Museo Nacional de Arte INBA

Cristo en la cruz Sebastián López de Arteaga öleo sobre tela Museo Nacional de Arte INBA

Lamento si no es el final feliz que esperaban, pero seguro ya hay suficientes espacios en los cuáles darnos palmadas en la espalda. Esto no significa que nuestros instintos cavernícolas nos hacen ser salvajes que se regocijan en el dominio sobre el otro; que no hay nada que hacer, que así es el mundo y lo será por los siglos de los siglos. No.

Hagamos comunidad. No pisemos para avanzar. Es más, intentemos no avanzar si no es juntos. ¿Esto suena raro? ¿Acaso nuestra meta no es cumplir nuestros sueños?... Bueno, pues hagámonos sueños, donde nuestro bienestar implique el del otro. No pongamos al diferente en la cruz por salvar al imperio, que en sí mismo está desproporcionado. No echemos culpas en quienes no la tienen. Díganme loca, pero pongamos en duda el imperio y escuchemos más al loco que anda en el desierto.

No es clase de cristianismo. Aclaro, ni yo misma soy cristiana, pero tomo la idea de que nuestras producciones nos hablan de nosotros. Que un objeto elaborado hace cientos de años puede retomarse en el presente y ayudarnos a vislumbrar algo sobre el pasado que lo produjo y, a su vez, darnos herramientas para pensar nuestro presente. Los objetos no son inertes, vaciamos sentidos en ellos, al mismo tiempo que esos sentidos nos modifican. Por lo cual sería demasiado aburrido y poco útil hacer de las obras aparadores, mejor hagámoslas una oportunidad de discusión.

La violencia como motivo artístico, nos habla de que ésta es herramienta política y (des)vinculante de mediación entre nosotros.

Crucifixión Emil Nolder 1912

Crucifixión Emil Nolder 1912

Bueno, iré terminando. Con la esperanza de que hayas llegado hasta aquí. Que no me tomes como una cátedra, sino como una maraña de caracteres que se van desplegando en búsqueda de algo. Temiendo que sea demasiado largo este texto y estando consciente que nuestra atención ya está predeterminada para un máximo de 1.5 minutos de video en el Facebook, me voy. 

Para más información sobre los textos que inspiraron estas elucubraciones:

Crisis de la república, Hanna Arendt. Ed. Taurus, 1999, España.

El Chivo expiatorio, René Girard. Ed. Anagrama, Barcelona, 1986.

Ensayo: El chivo expiatorio y los orígenes de la Cultura, Ramón Cota Meza. Disponible aquí.

Y lo más importante, las maravillosas clases de Tania Checchi.


Encuentra a Ekatherina Sicardo Reyes en Twitter como @Arant_xa.

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