Películas FICM: 'Huesera', del estereotipo a la violencia
Quizá todos hemos experimentado un estereotipo dañino que atenta contra nuestro bienestar y resulta un álgido recordatorio de que tal vez uno tiene el color de piel más oscuro, decide no contraer matrimonio o nuestra preferencia sexual incómoda a mentes menos abiertas. Huesera, ópera prima de Michelle Garza Cervera, parece tomar esta sensación y explotarlo en una película de horror, con todas las ansiedades, temores y hasta violencias que algo así involucra.
Esta película se presentó el 23 de octubre en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) y compite a Mejor Largometraje de Ficción Mexicano de la edición número 20 de este festival. Además, el filme ganó el Citizen Kane a Mejor Dirección Revelación y el premio Blood Window a Mejor Película Iberoamericana en la edición número 55 del Festival de Sitges
Huesera parece seguir una tradición en ciertos sectores del horror contemporáneo: un alejamiento de la extrema cutredad y del apantallamiento inmediato, en favor de un cine más orientado hacia las emociones, ansiedades y atmósferas, otorgándole quizá mayor énfasis a espacios y el desarrollo de personaje.
Dirigida por Michelle Garza Cervera, directora con experiencia detrás del cine de género con sus colaboraciones en México Bárbaro II y el cortometraje La Rabia de Clara, Huesera es un relato de género que añade una capa interesante y menos explorada de estas narrativas: la perspectiva femenina sobre cuestiones como el embarazo, la maternidad, el deseo y la sexualidad, por lo que el filme critica los roles de género e imposiciones arbitrarias como la idea del instinto maternal, sin dejar de lado las características que representan al género de horror de manera formidable.
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Huesera, al parecer, está en su mejor forma cuando ambas de éstas partes, la temática y la formal, resultan indivisibles, lo cual sucede a menudo. Tanto Michelle Garza como la guionista Abia Castillo están agudamente conscientes de los terrores que esa realidad presenta por lo que Huesera, a pesar de ser una historia ficticia e imbuida de leyendas mexicanas, engloba a través del terror una singular experiencia femenina, la cual es probablemente familiar para todas las que hayan experimentado comentarios de esta índole, ya sea de parte de los demás o autoinflingidos. El resultado es una película espeluznante no sólo por los sustos ganados a pulso, sino porque la situación resulta dolorosamente familiar.
Esta falta de especificidad también abarca las mecánicas de la historia. Huesera no apela a una mitología o leyenda particular del folclor mexicano, sino a actitudes generalizadas. Aunque obviamente hay un monstruo, el monstruo más bien parecen ser los prejuicios internalizados y las inseguridades, lo cual provoca que la protagonista (interpretada con brío por Natalia Solián) sea acechada por un monstruo que amenaza toda su vida y peligra su bienestar mental y físico.
Los métodos de Huesera no son nuevos, y de hecho la película ocupa sus influencias como la piel: se respira algo clásico como Repulsión de Roman Polanski y el imposible duelo contemporáneo de algo como Hereditary de Ari Aster, pasando también por las exploraciones terroríficas de algo como The Babadook, de la australiana Jennifer Kent o la brutalidad sobre el embarazo de Al Interior, de la dupla Julien Maury y Alexandre Bustillo. Respirando estas influencias, y ciertamente con ayuda de éstas, Huesera alcanza algo muy difícil en el cine y en el género: la autenticidad y la posibilidad de combinar forma y fondo con extrema facilidad y maestría.
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