Pasos culturales de México a EU en Los Cabos Film Festival

via EW

Después de una muy atinada apertura con The Favourite y un primer día lleno de películas memorables como Pájaros de Verano, la nueva entrega de Ciro Guerra y Christina Cisneros, llegó el segundo día de uno de los festivales más esperados del año. Ese día nos dejó con el ojo más que cuadrado al comprobar que Los Cabos se toma muy en serio algo fundamental: la curaduría de la selección de películas mexicanas.

Empezamos con una película mexicana por demás extraña. Feral es el primer largometraje de Andres Kaiser, director mexicano con maneras diversas de poner las cosas en pantalla. Al inicio, Feral parece una ficción convencional, el siguiente encuadre sugiere un documental, pero conforme pasa la película, se descubre una ficción presentada a manera de documental, al final, resulta en un falso documental. Esta es la historia de un cura que intenta educar e incorporar a la sociedad a un trío de niños ferales. Esto lleva al hombre de fe a cuestionarse más de una vez sobre su labor eclesiástica y su capacidad humana frente a tal tarea que se ha impuesto, así como a conflictos con el pueblo donde habita.

Una película que hizo resonancia y marcó contrastes fue Yo no soy guapo. Este es un documental dirigido por Joyce García, habitante de Ciudad de México, quien busca mostrar la tradición de los sonideros en los barrios de la capital, abordando a personajes como Lupita la Cigarrita, Sonido Duende e incluso Sonido La Changa. Un retrato de su historia y enfrentamientos con las autoridades de la ciudad que culmina como un relato de lucha de clases, con un álgido comentario a la situación del barrio hacia el gobierno. Finalmente, Yo no soy guapo es una ventana a los barrios de la urbe, como Tepito, que sufren desde hace décadas una cantidad abrumadora de rumores sobre violencia e inseguridad en sus calles. Con este trabajo, uno termina por enterarse que en esas calles no sólo están las verdades a medias sino también las personas que las habitan, dejando una lección sobre la condición humana y una llamada de atención a los prejuicios que nos envuelven.

Sobre la condición humana hay cientos de películas, sobre todo aquellas que hablan de nuestro carácter violento, de lo que somos frente a otros seres humanos, a pesar de lo que nos une como especie. La violencia ha sido retratada una y otra vez en la historia del cine, pero contadas son aquellas las que han hecho el retrato fiel desde la visión de un niño. Este último paso lo da Julio Hernández Cordón, presentando por primera vez en México su último largometraje Cómprame un revólver, película que pone a sus dos hijas más pequeñas como protagonistas en el escenario de un México apocalíptico en las manos de los capos del narcotráfico y toda la violencia que esto implica. Por si fuera poco, Cómprame un revolver cuenta con una resolución estética destacable, así como una historia tensa pero real y cercana al México que actualmente vivimos. 

Al final se presentó Wildlife una película que da saltos en muchos sentidos: el primero de éstos en la frontera, pues la historia sucede en un pueblo del norte de Estados Unidos; el segundo es un salto estético, pues la película es todo un acercamiento al cine clásico norteamericano; por último da un salto narrativo en contraste con Cómprame un revólver. Wildlife, ópera prima de Paul Dano, es una película muy sutil, pero sumamente agresiva, que pone en pantalla la historia de un niño de 14 años frente a la inevitable condición de sus padres, quienes parecen no haber dejado de ser niños, dejándolo a él con la imposible tarea de madurar antes de tiempo. Un retrato sobre la interioridad familiar, y cómo los problemas —cuando no son tratados— solo se vuelven más grandes. La película está a cargo del ojo de Diego García, cinefotógrafo mexicano que reluce la película con un tratamiento de luces bajas y colores sutiles, revistiendo a esta violenta y calmada historia familiar con un aura de simpleza y de temple que inquieta de maneras impresionantes. En lo personal, la favorita del día.