Editorial para Zigma en la Política de 8 de junio de 2016.Pablo Reyna (@preynae)
El dolor de cabeza persiste. La prolongada resaca de la jornada electoral del pasado domingo permea cada columna de opinión, cada noticia publicada, cada programa de análisis, tanto así que me hace extrañar los spots de publicidad partidística de las semanas previas a la votación. Agua y una aspirina, pues, que desde ya han arrancado las campañas para eso que allá arriba llaman la fiesta de la democracia del 2018.
Que dicen que el PRI perdió. Que su maquinaria y disciplina no fueron suficientes para revertir la caída que arrastran desde las elecciones intermedias del año pasado. Eso que sus sesudos análisis han llamado mal humor social les ha estallado en las manos. Desde el gobierno federal y varios estatales, hechos para la corrupción y la impunidad, no pudieron vestirse de seda. ¿Qué escenarios veo? El de ciencia ficción barata: que se pongan las pilas y en serio avancen en abatir la violencia, la impunidad y la corrupción. El otro escenario, el canibalístico: donde los beltrones, los chongs, los videgarays y nuños se coman entre ellos para salir cachetoncitos y chapeados en la boleta del 2018.
Que dicen que el Pan ganó. El triunfalismo les dará varias semanas de puños en alto. Que dicen que el PRD se perfila a ser el partido donde el sol azteca sobrevive solamente por el sacrificio de su historia e ideologías y gira, como satélite del blanquiazul, condenado a ser el fiel de la balanza que determine qué priista, si el postulado por el Pri o el postulado por la alianza PAN PRD gana en las siguientes elecciones. Que dicen que Morena, el partido en permanente campaña presidencial para su líder, volvió a crecer, pero, me da la impresión, que se ha topado con el muro de su limitado impacto regional.
Del resto, ni hablar.
Más allá del color con el que se pintan los mapas de análisis electoral: del rojo al amalilloazul, del azul al rojo, ¿en serio alguien espera que algo cambie? No miro en ninguno de los partidos mencionados una propuesta real de gobierno que haga frente a las crisis y guerra que padecemos. Nada en serio contra la corrupción. Nada contra la impunidad. Nada por la prevalencia de los derechos humanos. Nada por abatir la desigualdad. Nada contra la inseguridad.
“La forma en que se realizaron las elecciones del domingo pasado son el mejor ejemplo de la estabilidad política en el país” - dijo su presidente el día de ayer-. “Las votaciones se desarrollaron en un ambiente de orden, tranquilidad y paz.” Y es que no les importan las ejecuciones, las desapariciones, las desapariciones forzadas, los crímenes de lesa humanidad que padecemos todos los días en este México roto y convulso, siempre y cuando la “fiesta de la democracia”, la jornada electoral, se lleve a cabo en su orden, en su tranquilidad y en su paz.
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