Nuestro querido Oro Negro, pero ¿a qué precio?

En México tenemos algunos temas prohibidos debido a su importancia histórica y que por ese hecho, siempre nos hemos limitado a cuestionarlos y/o considerar un cambio al respecto. Los dos temas más relevantes en este sentido son la reelección y el petróleo. Hoy, escribiré sobre el petróleo y las gasolinas. El trasfondo de la historia del Oro Negro Mexicano, es muy importante retomarlo brevemente para entender mejor el papel del petróleo en el discurso político, social y económico del país.

A finales del siglo XIX y a principios del XX, el mundo empezaba a vivir un incremento sustancial tanto en la demanda como en la oferta petrolera. México no era la excepción. En nuestro país existían miles de kilómetros de yacimientos y chapopoteras; terrenos donde prácticamente en la superficie había petróleo. En su momento, el Presidente Díaz otorgó concesiones a múltiples inversionistas extranjeros, principalmente estadounidenses, quienes a su vez abusaban de la desinformación del campesino mexicano. Les compraban sus “chapopoteras inservibles”, a precios relativamente altos para un campo “arruinado”, pero evidentemente era un precio bajísimo en relación a su valor económico real. Posteriormente, los campesinos eran contratados por las empresas petroleras, en condiciones cercanas al esclavismo para explotar al máximo los recursos mexicanos. Para no entrar a más detalle, esto tuvo fin después de meses de manifestaciones por parte de los trabajadores mexicanos y de la famosa expropiación petrolera comandada por Lázaro Cárdenas en 1938. Esta última, por lo tanto, tiene una connotación patriótica y de victoria ante los gigantes capitalistas del norte, que se ha instaurado en lo más profundo del inconsciente colectivo mexicano; el petróleo es del pueblo.

Bajo este marco histórico-conceptual, se crea la empresa paraestatal más grande de la historia mexicana, Petróleos Mexicanos (PEMEX). Desde ese entonces, PEMEX se formó como un monopolio de estado, siendo lo únicos autorizados de extraer petróleo, refinarlo y vender gasolina en nuestro país. De este modo, y como cualquier otro mercado monopólico donde no existe la competencia, la paraestatal se convirtió en un ente gigante y sustancialmente disfuncional. Bajo un modelo de economía de mercado, las empresas y agentes económicos, luchan por ofrecer un producto o servicio de buena calidad, con un precio competitivo, con constantes innovaciones y mejoras. Esto sucede, porque hay muchos jugadores que desean ganar mayor parte del mercado en disputa. Del otro modo, cuando no existen estos incentivos, la inercia se da justo en sentido contrario: no hay necesidad de innovar, no hay por qué dar un producto de buena calidad, no hay motivaciones para mejorar tus procesos productivos. ¿Por qué? Porque eres el único en el mercado, todos te compran sí o sí. No por maldad, simplemente los incentivos no son los correctos.

Ahora bien, el gobierno decidió desde un inicio otorgar un subsidio a la gasolina. Las motivaciones eran políticas, pero principalmente económicas; controlar la volatilidad interna de los precios de las gasolinas al disminuir su impacto en la inflación. Es decir, al controlar los precios y no dejarlos fluctuar, se daba mayor estabilidad, a nivel general, en los precios y en la economía. También, se lograba obtener precios más accesibles para todos. Durante mucho tiempo, era un ganar-ganar. Sin embargo, en los últimos años, el subsidio a las gasolinas nos estaba costando (sí a nosotros) millones de pesos que bien podrían ser invertidos en otros sectores de mayor relevancia (educación, salud, infraestructura). Además, de ser un subsidio regresivo, es decir, que estadísticamente a los que más beneficiaba era a la población con mayor nivel de ingreso. En la presente administración, se decidió acabar con el monopolio de PEMEX, incentivar la competencia y acabar, de manera gradual, con el subsidio a las gasolinas. ¿Esto qué quiere decir y qué ganamos nosotros?

Más empresas, tanto extranjeras como nacionales, podrán participar del mercado petrolero en México. Invertir, generar empleos y capital humano, aumentar nuestra producción, calidad de extracción y refinación petrolera. Asimismo, más empresas podrán ofrecer gasolinas, competir en precios y calidad del servicio. ¿Quién determinará el precio? El mercado internacional y nacional. En el año en curso, se han liberado de manera gradual los precios; primero bajo una fórmula para recalcular el valor de las gasolinas de manera periódica, tomando en cuenta tanto los costos de producción, distribución, almacenamiento, como los precios de mercado; segundo diversas zonas del país, en distintas fechas, liberarán paulatinamente sus precios al cien por ciento. Así como en cualquier otro mercado, los precios podrán variar, algunas veces siendo más baratos, otras más caros, sin embargo esos cambios los absorberán los consumidores de gasolinas y los oferentes de dicho bien, en vez de que todos los mexicanos solventen el subsidio.

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