Imagen: Gran calavera eléctrica de José Guadalupe Posada
En el año 2000 nació una promesa, la alternancia en el gobierno federal trajo consigo un aire de cambio, de transparencia, de apertura, de pluralidad en los medios de comunicación. Había nacido en México, por primera vez en muchas décadas, la democracia.
Y tan sólo 6 años después nos dimos cuenta que el sueño murió. Una guerra tan sucia inundó la televisión y todos terminamos embarrados. Los argumentos vacuos que atacaban al entonces candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador, dividieron al país en ideologías y, lamentablemente, en clases.
En 2012 revivió el fuego y se alzó el aire de cambio, la generación millenial tomó las universidades y las calles. El rechazo al partido hegemónico resonó en casi todos los jóvenes. El PRI encontró a su enemigo en una juventud despierta y con memoria. Sin embargo, las tarjetas Monex, la guerra sucia, las viejas prácticas fraudulentas mataron el único respiro que dio nuestra democracia.
Hasta entonces nos dimos cuenta...Nuestra democracia nació muerta.
Falta poco menos de una semana para que en el Estado de México se lleven a cabo una de las elecciones más importantes para este país, en las que no sólo está en juego una gubernatura o la presidencia del siguiente año. Está en juego, otra vez, la credibilidad de la democracia en México.
Y, desafortunadamente, credibilidad es lo único que no tiene este gobierno. Las elecciones no son más que un lodazal del que todos salimos embarrados: con un índice de aprobación de sólo 30% de la población para el presidente de la República, de acuerdo a Parametría, -mejor que el 12% de tan sólo hace un año-; las instituciones desgastadas, y las descalificaciones constantes entre candidatos en tiempos electorales.
Tan sólo el lunes pasado, la organización ciudadana AHORA, denunció ante el INE la entrega de tarjetas de “débito” entre amas de casa en el Estado de México para favorecer al candidato del PRI, Alfredo del Mazo. A estas denuncias se sumaron las del líder del partido de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien presentó pruebas de un supuesto fraude que realizan el presidente Enrique Peña Nieto y su gabinete, para promover el voto por su partido en ese mismo estado.
Del otro lado, el presidente del PRI, Enrique Ochoa, lleva casi tres meses denunciando y atacando políticamente al líder de Morena, llamándole “cínico” y buscando un “castigo ejemplar” debido a los escándalos de corrupción que se desataron con los vídeos en el que la diputada de ese partido en el Congreso de Veracruz, Eva Cadena, apareciera aceptando dinero para promocionar a AMLO.
Acusaciones, descalificaciones, debates inefectivos, guerra sucia, ataques a la prensa; todo es parte de una simulación que sucede cada año, cada elección, y que nos forzamos a llamar democracia. Un espectáculo que ha decepcionado a varias generaciones, y que desde hace 17 años ha fallado en darnos el México por el que votamos.
El siguiente año votarían aquellos que nacieron en esa esperanza de un nuevo milenio democrático. En ellos queda la confianza de creer en aquella democracia, que aún, nadie recuerda.