¿Cuándo fue la última vez que el sueño se les esfumó por completo de un segundo a otro? Esa vez en la que parecían desfallecer de cansancio y, de repente, estaban de pie una vez más, dispuestos a continuar con el plan inicial. Seguramente, sus amigos los necios apreciarían un destello así. Y aunque su cuerpo no lo haga tanto al otro día, al menos sabe que algo se liberó dentro de ustedes para aguantar un poquito más. Eso me sucedió en el primer concierto de Blonde Redhead durante la Semana Indie Rocks! Vaya que queremos a esos muchachos. Es impresionante el esfuerzo que ponen por hacer eventos seguidos, con propuestas maravillosas, en un foro que se siente como si fuera la casa de tu mejor amigo, el de apellido rimbombante y padres que viajan mucho, en un viernes por la noche. O un lunes. Lunes que, casualmente y a tu puerta, aparecerían un trío de señores que un día, durante una comida en un restaurante italiano, gestarían una amistad que, a la postre, daría como resultado el proyecto creador de obras como el 23.
Es difícil reconocer a dos personas iguales. Los hermanos Pace casi lo son. Kazu Makino es otra cosa. Aparenta como 15 años menos de los que tiene. Tiene esa áurea de mujer misteriosa que bien puede tener unos 30 años muy mal vividos o 54 bien conservados. Pero hablar de lo físico con una banda así, además de burdo, barato y chafa, es irrelevante. ¿Qué nos importa cómo luzcan si suenan como suenan?
El Foro Indie Rocks! tiene un techo altísimo. Altísimo, altísimo, altísimo. Es un pasillo de una construcción que se ve que fue planificada por alguien con recursos. Por lo mismo en algunas ocasiones el sonido es traicionero. Pero Blonde Redhead hace de la reverberancia su aliada. De los ecos, sus latidos. De la resonancia, su hábitat. O al menos eso se puede decir poéticamente porque la verdad es que la potencia con la que sonaron es digna de resaltar.
No importa si sólo te sabías “23”, que sí, tocaron al final, o que nunca hubieras escuchado a la banda. Sabías que algo hacían bien. O mucho, mejor enunciado. Amadeo Pace, uno de los hermanos mellizos, dice que la inspiración sí, viene de Barragán, sí viene de los caballos, pero más que todo, viene de ellos mismos. De esa pulsión irreprimible como “cuando quieres hacer una canción como Serge Gainsbourg”, pero que al final no le sale como a Serge (¿y a quién sí?), y termina siendo otra cosa. Otra cosa como el disco que celebran —por recomendación de los productores del FYF Festival— tocando ahora: Melody Of Certain Damaged Lemons.
16 canciones sonaron en el Foro Indie Rocks!, pero a la segunda ya se me había ido el sueño. Y yo creo que los demás experimentaron algo similar, porque el griterío explotó con la última canción, y todavía alcancé a ver de reojo, antes de irme, cómo algunos esperaban los tacos que seguro les supieron al mejor filete en el refrigerador de ese carnicero al que le gusta ensuciarse los brazos con sal de grano.
Vuelvan cuando quieran, Blonde Redhead, siempre serán bienvenidos.