No eres esclava de lo que entiendes: depresión y cómo hacerla tu amiga 1

La salud mental sigue siendo un tema del cual "aparentemente" se habla, pero que sigue siendo incómodo; no debería de serlo. Según la Asociación Psiquiátrica Mexicana, el 3.3% de la población sufre de depresión y antes de los 24 años ya la mitad de las personas que lo padecen habrán experimentado al menos un episodio depresivo. De esa población, de acuerdo a la OMS, la mujer es el doble de propensa, gracias a su biología y ciertos factores psicosociales.  

Desde 1945 han subido los niveles de depresión y ansiedad en todo el mundo sin parar. Podríamos decir que es un producto de la posmodernidad, aunque nadie tiene una respuesta exacta. Varios estudios afirman que, en nuestros tiempos, la respuesta se haya en las redes sociales, la sobreinformación, la falta de tiempo libre, la rutina, los factores ambientales etc. No podemos negar que es un problema que afecta a una gran parte de la población. Aunque últimamente haya más conocimiento al respecto, todavía hay mucha falta de información. 

 

Vivir con depresión es difícil en sí mismo, pero es aún más difícil vivirlo en una sociedad que no lo comprende. Han pasado 6 años desde que conocí esta enfermedad por primera vez y, desde entonces, algunos psicólogos, varias recaídas y muchísima introspección me han enseñado bastante. En conclusión he aprendido: sí se puede vivir con esto.

 

Mi experiencia

Cuando estás soñando, no sabes cuando empezó el sueño, te encuentras en ese estado de la nada... así sentí el inicio de mi viaje con las enfermedades mentales en el 2011. Recuerdo haber escrito en mi diario a los 13 años: “No sé qué me pasó, pero siento que he cambiado”. Mi humor no era el mismo, siempre estaba irritada y tenía sueño al llegar de la escuela, aunque eso puede parecer algo normal en adolescentes. El problema más importante residía en mi mente: de la nada tenía una melancolía profunda, muy profunda como para una niña de primero de secundaria. Fue como si al cumplir los 13 años hubiera pasado directamente a tener 80. Me sentía vieja por dentro y cansada, ya no me gustaba nada de lo que le gustaba a todos mis amigos. No tenía esa actitud jovial, o más bien, la empecé a fingir para no excluir a todos en mi vida. 

 

Fue tremendamente confuso, intenté por días, meses y años hacer un mapa siguiendo mis pasos poco a poco para entender en que me había equivocado y me pregunté cuál fue el paso en falso que me llevó a este lugar. Sentía que tenía una nubecita negra engrapada a mi cabeza y no importaba que hiciera, no se me quitaba. Mi tristeza se diferenciaba de los demás porque no era un estado de ánimo, sino una forma de ser. No se me había muerto nadie, ni había pasado por algo traumático, simplemente parece que un switch apagó algo dentro de mí. Me culpé, porque no había una justificación para estar así. Antes de eso, cuando escuchaba de la depresión, pensaba en que tenías que haber pasado por algo doloroso y traumático para padecerla. Mis seres queridos simplemente me decían: "No estás deprimida, estás distraída". Lo cuál me hizo creer por mucho tiempo que todo era de cierta manera mi culpa y que estaba exagerando.

 

"Por ser niña, mi depresión fue aún más subestimada,

le llamaban 'un cambio de hormonas',

'una exageración de niña puberta'"

 

Intentar ser como los demás a toda costa no funcionó. Intenté vivir al mismo ritmo que todos los demás y sentir la misma emoción, como correr un maratón siendo cojo: todos los demás estaban en perfecta condición. Fue cansado y confuso negar lo que tenía.

 

 

Por un lado, una parte de mi mente me decía que no tenía nada. Mis papás y amigos decían que los deprimidos se veían muy tristes, pero que yo me veía muy alegre. Yo era altamente funcional: nunca reprobé año, ni dejé de dormir por semanas, ni deje de comer. Funcionaba lo suficiente para que no se notara. Por otro lado, no podía sentir nada, nada me conmovía, nada me emocionaba; ni una película, ni una canción, ni un viaje, ni la Navidad, ni que viniera Lady Gaga a México... nada. Todo esto derivó en años de frustración, enojo, tristeza y desazón. No sabía si valía la pena intentarlo, si debía gastar mis fuerzas en cambiarlo o dejarme llevar. El inicio de mi adolescencia significó un cambio drástico en mi manera de ver el mundo. Fueron años difíciles.

 

Uno de los problemas de la falta de conciencia sobre la depresión, es que las personas asumen que solo porque no tienes síntomas físicos o suicidas, no tienes depresión. Por ser niña, mi depresión fue aún más subestimada, le llamaban “un cambio de hormonas”, “una exageración de niña puberta”. Creo que viví el: “Ay, está enojada porque está en sus días”, al extremo en el que mi depresión y mi lucha diaria quedó invisibilizada. Así es la cultura, las hormonas de las mujeres sirven como un paraguas para denominar todo cambio en su humor y sobretodo cuando es una mujer muy joven. Es como si por ser mujeres, estuviéramos condenadas a cargar con las benditas hormonas y el diagnóstico fácil. "¿Se siente enojada? Ah, son las hormonas", "¿La niña se siente muerta por dentro? Es que es hormonal". No soy médica, no puedo determinar si mis hormonas realmente me indujeron ese estado depresivo. El problema no son las hormonas, sino pensar que solo la mujer es propensa a sufrir sus efectos y dejar que esa mirada interrumpa el diagnóstico de una enfermedad tratable.

 

Pasé de sentirme sola porque nadie sabía lo que me pasaba a sentirme sola con gente que sabía lo que sentía y pensaba pero que no hizo suficiente para ayudarme por ser una adolescente. La visibilización es importante, le otorga importancia a la realidad de la enferma. No puedes aceptar que tienes algo cuando no sabes con certeza qué es, y sobretodo, no lo puedes aceptar si todos invisibilizan tu situación. Si tienes una condición mental lo mejor es aceptarla. Aceptar es difícil, nadie quiere tener depresión y  nadie quiere aceptar que a veces su nuestra configuración mental es diferente a la de los demás. Y sobretodo es difícil aceptarlo, cuando todos invalidan que tienes un peso en tu pecho con el que cargas casi diario.

R-E-S-P-E-C-T: Aretha Franklin

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