La CDMX se pintó de colores llamativos, chirriantes, el aroma a cempasúchil, copal y pan de muerto, disipó, momentáneamente, el smog de todos los días. La puesta en escena era perfecta para que poco a poco las tinieblas tomaran el control de diversos puntos de la megalópolis. Mórbido Film Fest se encuentra celebrando su décima edición y preparó una bacanal de terror, sangre, suspenso y alaridos al por mayor. La legión infernal llegó con una curaduría compuesta por 52 largometrajes y 108 cortometrajes; estrenos entre los que destacan dos premieres mundiales y 14 estrenos latinoamericanos. Un festín para los amantes del género y los curiosos que deseen adentrarse a las profundidades del averno cinematográfico.
Para echar la casa por la ventana, como Satán manda, Pablo Guisa y todo su equipo de colaboradores, tomaron la acertada decisión de homenajear la trayectoria de dos grandes de la filmografía del terror: la actriz Barbara Crampton y el prolífico director Roger Corman.
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Cabe resaltar la fuerte presencia de directoras que ofrecen una mirada atrevida y fresca al mundo del terror, entre ellas destacan las realizadoras argentinas: Jimena Monteoliva (Clementina) y Laura Sánchez (Relicto: Un relato mesopotámico); las mexicanas: Issa López (Vuelven) y la grata confirmación que encarna Gigi Saul Guerrero (La Quinceañera).
¿Quién es Gigi Saul Guerrero? Es oriunda del extinto DF, desde hace más de una década radica y se desarrolla profesionalmente en Vancouver, Canadá. Mujer polifacética que actúa, dirige y escribe, es co-fundadora de la casa productora Luchagore y una de las miradas más interesantes dentro de la industria predominantemente machista del cine horror-gore. A pesar de su juventud, su trayectoria es amplia, compuesta por trabajos como: El Gigante (2014); “Día de los muertos”, destacada participación dentro de la antología de terror nacional México Bárbaro, así como la producción y rodaje de los cortometrajes Mother of God (2015) y “El Matador”, obra que forma parte de ABCs of Death 2.5.
https://www.youtube.com/watch?v=YmOwx6LJ6W4
Recientemente, Gigi trae bajo el brazo Bestia y la serie que nos atañe y que presentó dentro de la selección oficial del Mórbido Film Fest: La Quinceañera.
Mañana, cuando amanezca, vas a ser una mujer
Todos los hombres son unos pendejos. Abuela Santos
En el imaginario del mexicano promedio hay fechas de celebración obligatoria, costumbres arraigadas en el inconsciente colectivo de todo un pueblo. Fechas como el Día de la madre, el inicio de la Independencia, las celebraciones guadalupanas y los festejos que convierten a una niña en mujer: los XV años. Curiosamente, uno de los países más machistas del mundo es donde más culto se le rinde a la figura femenina. La sociedad mexicana se encuentra inmersa en un clima de violencia en contra de las mujeres: acoso, objetivación y feminicidios, por si fuera poco se suman a esta catástrofe: el crimen organizado, la corrupción de las autoridades y la violencia en general. A pesar de no radicar en nuestro país, Gigi es consciente de la problemática que nos aqueja y lo plasma con toda su crudeza en su obra más reciente.
La sui generis producción a cargo de Saul Guerrero es auspiciada por la casa productora Stage 13, en contubernio con su habitual equipo creativo y de trabajo: Mathias Retamal, el infaltable actor fetiche de la directora; Reynor Shima, productor; Chase Horseman, compositor; Shane McKenzie, guionista, y la introducción de las excelsas: Mia Xitlali y Gabriela Reynoso en los papeles protagónicos.
La puesta en escena es trepidante, bien cuidada, la madurez y experiencia de la directora y su equipo de trabajo se percibe desde el inicio del metraje. Curiosamente, La Quinceañera no es una película, más bien es una serie compuesta por siete capítulos, cada uno con una duración de 10 minutos, Mórbido tuvo la fortuna y el acierto de presentar todos los episodios en su totalidad en un formato comprimido que asemejó a un largometraje. Para los amantes del género y fieles seguidores del trabajo de Gigi y de Luchagore, será un festín de violencia, sangre y giros inesperados.
https://www.youtube.com/watch?v=ZpwR4_fNcEE
En primera instancia, la historia de Alejandra Santos (Mia Xitlali) podría caer en una simple y llana narrativa de venganza, sin embargo, el guión y la pericia de la intrépida directora, dotaron a la odisea de la familia Santos en un entramado que empodera y realza la figura de la mujer; si se le quiere etiquetar, obviamente sería una historia de crecimiento o de formación (Bildungsroman). Los personajes masculinos son presentados como patéticos (Santiago, hermano de Alejandra, interpretado por Gustavo Gómez), ruines, despiadados y asesinos (Chavo, grande Mathias Retamar, y sus secuaces y, por supuesto, la policía texana). La única excepción es Reynaldo Santos (Mauricio Mendoza), el padre arquetípico (figura proveedora y el que procura y resguarda a su familia en todo momento y sobre todas las cosas, aunque esto signifique sobrepasar los límites de la ley). Los reflectores, y la lente de Gigi, se posan en el tándem conformado por la quinceañera y su abuela (maravillosa Gabriela Reynoso).
El entramado es un machete de doble filo, ya que ensalza a la matriarca de la familia Santos, a pesar de que ésta abuela es la encargada de perpetuar comportamientos que podrían considerarse conservadores, machistas e incluso retrógradas. Sin embargo, la otra cara de la moneda es presentada al público con la entereza, la gallardía e incluso algunos toques progresistas en el actuar de Gabriela Santos. Por otra parte, Alejandra, indiscutible protagonista de la serie, es una joven que madura gracias a un evento traumático que la obliga a convertirse en una mujer y dejar atrás su infancia.
La quinceañera se vislumbra como una mujer que aspira a ser más que una abnegada esposa o madre encargada del restaurante familiar, la joven es independiente y presta a tomar con mano firme las riendas de su vida, para pronto: no quería fiesta de quince años por considerarla frívola y excesiva. Gracias a un equívoco ( Si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal) su presentación en sociedad culminó en una vorágine de violencia sin frenesí.
La narrativa, gran guión de Shane McKenzie, brinca de diferentes puntos de vista y espacios temporales, es ágil y mantiene el suspenso y las expectativas de los espectadores por lo alto; los efectos especiales serán la delicia de los amantes del gore. Por su parte, la música es efectiva, certera y sin grandes vericuetos instrumentales.
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