'Los que se quedaron': el silencio y la pérdida

'Los que se quedaron': el silencio y la pérdida

Via Variety

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Hay un pequeño riesgo en todas las películas que hablan sobre víctimas: uno inmediatamente siente simpatía por estos sujetos, y no tiene que ver con la construcción de la historia, el personaje o algún talento del guionista. Más bien, se vincula a las emociones y, en el peor de los casos, a la lástima. En ciertos momentos puede ser cursi y en casi cualquier libro de cómo escribir un guión de cine se considera una salida fácil y floja. Se requiere talento para balancear una historia sobre víctimas sin ser trillado. Los que se quedan, pertenece a esta última estirpe; no sólo es una balanceada cinta sobre las atroces e interminables consecuencias del Holocausto, también es una callada reflexión sobre la naturaleza de la pérdida, la compañía y la necesidad de contacto humano ante el dolor irreparable.

Via Film at Lincoln Center

Via Film at Lincoln Center

Los que se quedan es la historia de Körner y Wiener. Körner es un médico que perdió a su esposa e hijos en el Holocausto, mientras que Wiener es una chica adolescente que aún no procesa la muerte de sus padres durante el mismo evento. En un Budapest carcomido por la guerra y en la antesala de la represión soviética, estas dos almas encuentran en el otro un espíritu afín, capaz de comprender qué sucede cuando uno es violentamente despojado de lo que más quiere. Esto podría hacerlo sonar como un melodrama fácil, pero Los que se quedan, incurre en una serie de efectivas diferencias.

Quizá su primera cualidad le pertenece al ritmo. Pausada y sin ningún momento sobrado, Los que se quedan cuenta su historia con un lujo de tiempo y precisión. Cada escena cuida mucho lo que sabe cada personaje y cómo se le comunica la información a la audiencia. En ningún momento hay revelaciones mayores a la premisa ni vueltas innecesarias, aquí el núcleo es la relación entre ambos protagonistas, y se construye una inquebrantable y poderosa intimidad. Por lo mismo, Los que se quedan tiene una característica no muy vista en cualquier drama: está casi completamente laxa de exposición. Es decir, los diálogos son sumamente naturales, las revelaciones son sutiles y todo sirve para incrementar el vínculo entre los dos sujetos. El espectador es capaz de comprender las motivaciones y la trama a través de sutilezas: gestos, miradas y acciones tan sencillas como observar un álbum de fotos.

Vía Golden Globes

Vía Golden Globes

Los dos actores también hacen un trabajo espectacular. El director Barnabás Toth le deposita gran parte del peso dramático a sus actores, y tanto  Károly Hajduk como Körner y Abigél Szöke interpretando a Wiener, le otorgan un necesario y preciso matiz a sus complejos personajes, repletos de inseguridades y dolor. Los que se quedan es una película que depende más de una dinámica de personajes que de una progresión narrativa, y el juego de reacciones entre ambos actores, así como su moroso conocimiento mutuo son el corazón melancólico de esta película.

Por último, Los que se quedan, no es una película manipuladora. Es un relato delicado y agridulce, sobre dos corazones aturdidos por la violencia, que encuentran un lugar seguro en la compañía. A lo largo del metraje hay una profunda tensión sobre la naturaleza de esta relación, misma que está repleta de ambigüedad, y aunque ésta nunca es propiamente resuelta, el resultado es emocionalmente resonante y agridulce. Los que se quedan es, finalmente, sobre la importancia de encarar la atrocidad en compañía.

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