#LitAsFuck recomienda la poesía de Carlos Drummond de Andrade, el poeta del mundo maquinal
Es normal que todos odien los lunes, que odien sus trabajos de oficina, que odien responder correos a las dos de la mañana y sentir que su vida se vuelve cada vez más mecánica a causa de la exigencias de su mundo laboral. Mientras las empresas confunden explotación con compromiso, el ciudadano común tiene la opción de dejarse oprimir a cambio de un sueldo mísero, o alejarse en busca de una alternativa que llene sus propias expectativas. El primero es aplaudido porque cumple con sus obligaciones de la maquinaria capitalista, mientras que el segundo, casi siempre joven, es vapuleado por su falta de responsabilidad.
Y aunque pareciera que este mal es consecuencia de los tiempos actuales, donde el consumismo y la tecnología tienen aprisionado a todo asalariado, el aumento del estrés e insatisfacción en la vida del trabajador es un tema que se ha discutido desde antes de la aparición de los celulares touch y con wi-fi. A finales de la primera mitad del Siglo XX, el brasileño Carlos Drummond de Andrade ya abordaba en sus poemas los problemas de la vida entregada al mundo monetario y maquinal.
Este poeta brasileño, nacido en Itabira en 1902 y muerto en Río de Janeiro en 1987, se encargó de plasmar las actitudes y actividades de los hombres preocupados cada vez más por las necesidades económicas. Drummond se vio influenciado por las vanguardias europeas de principios de siglo, y por autores de lengua portuguesa como Fernando Pessoa y Mário de Sá-Carneiro; ideas que en el país amazónico se concretaron en el movimiento conocido como Modernismo brasileño (uno muy diferente al hispanoamericano de Rubén Darío), que buscaba colocar la literatura regional en un contexto universal.
Sin embargo, este poeta logró contraponerse, por ejemplo, al Futurismo del italiano Filippo Tommaso Marinetti (cuya propuesta estética era toda una exaltación a la máquina) y su obra no se convirtió en el himno al gran tiempo sino más bien la constatación de las fisuras y las tristezas, por lo que pasó de la oda a la ciudad a la sospecha y previsión de sus males. Drummond se descubrió como el vocero no sólo de los bienes sino de los males de la modernidad.
Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no guardan ningún ejemplo.
Practicas laboriosamente los gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.
[…]
Aceptas las lluvia, la guerra, el desempleo y la injusta distribución
porque no puedes, solo, dinamitar la isla de Manhattan.
Junto a sus compañeros de generación, como Mário y Oswald de Andrade, Manuel Bandeira, Cecilia Meireles, entre otros, Carlos Drummond de Andrade buscó una poesía que fuera de utilidad y no sólo artificio de la palabra, ya que en el Brasil de principios de siglo la mejor obra lírica era aquella que se conseguía con la mejor rima y el mejor metro, dejando de lado el contenido. En “Poema de siete faces”, el nacido en Itabira hace burla de esto al decir “Mundo mundo vasto mundo, / si yo me llamase Raimundo / sería una rima, no una solución”, exigiendo una poesía que supere el mero adorno verbal.
La poesía de Carlos Drummond de Andrade es una poesía sin ornamentos y de un carácter más directo y profundo, donde el lenguaje precisa ser claro para que el mensaje de ayuda y utilidad pueda ser recibido por el lector, no sólo de Brasil, sino de aquel que sufre los estragos de los tiempos modernos.
Vomitar este tedio sobre la ciudad.
Cuarenta años y ningún problema
resuelto, ni siquiera ubicado.
Ninguna carta escrita ni recibida.
Todos los hombres vuelven a casa.
Son menos libres pero llevan periódicos
y deletrean el mundo, sabiendo que lo pierden.
Nuevamente, en “Poema de siete faces”, texto que abre su primer libro de poemas, Drummond expone una especie de autorretrato pero también una poética, donde conversa intertextualmente con poetas como Giuseppe Ungaretti y Álvaro de Campos, heterónimo de Fernando Pessoa. Al principio del poema, el autor dice: “Cuando nací, un ángel tuerto / de esos que viven en la sobra / dijo: ve, Carlos! sé gauche en la vida”. De las distintas traducciones que hay de este texto, ningún traductor se atreve a darle un valor fijo en español a la palabra “gauche”, que es algo similar a torpe, poco apto, muy parecido al personaje de “Tabaquería” de Álvaro de Campos, aquel que dice “No creo en mí”, y “El mundo es para quien nace para conquistarlo / Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.” De esta forma, el poeta se convierte en un ser más terrenal y menos etéreo, lejano a los dioses y las musas y cercano al hombre que padece y se ensucia.
Existe una famosa estatua de Carlos Drummond de Andrade en la Playa de Copacabana, en Río de Janeiro, donde se encuentra el poeta sentado en una banca. Tanto los turistas como la gente de la localidad acostumbran tomarse fotos con ella. De todas esas fotografías, algún curioso usuario de internet extrajo una donde un hombre común, en bermudas y sandalias, se ve entablando una conversación con la figura de bronce a pesar de que es una efigie sin vida, por lo que le agregó a la imagen la leyenda “Efectos secundarios del alcohol”.
Si bien no es obligación del creador de este meme conocer la vida y obra de Drummond de Andrade, resulta curioso que este sea un autor con el que se pueda hablar directamente sin la necesidad de que esté vivo. El brasileño en el poema “Manos dadas”, dice que “No seré el poeta de un mundo caduco. / Tampoco cantaré el mundo futuro // […] El tiempo es mi materia, el tiempo presente, los hombres presentes, / la vida presente”, y él pensaba que la pertinencia de su obra se limitaría a un lapso de tiempo pequeño. Sin embargo, su presente se ha extendido hasta nuestros días, donde “Los hombros soportan el mundo”:
Llega una época en que no se dice más: Dios mío.
Época de absoluta depuración.
Época en que no se dice más: amor mío.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas su rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano mujeres golpean la puerta: no abrirás.
Te quedaste solo; la luz se apagó,
pero en la sombra tus ojos brillan enormes,
Eres todo certeza; ya no sabes sufrir
y de tus amigos no esperas nada.
Poco importa que llegue la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo:
y no pesa más que la mano de un niño.
Las guerras, las hambres, las discusiones dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y no todos se liberan todavía.
Algunos, encontrando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó una época en que da igual morir.
Llegó una época en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.
Actualmente, son sólo dos libros los que se pueden conseguir de Carlos Drummond de Andrade. Se trata de Sentimiento del mundo, publicado en 2005 por la editorial Hiperión en traducción de Adolfo Montejo Navas, y que es el libro paradigma de la poética de este brasileño. Por otra parte, El amor natural, también en Hiperión, son poemas de amor que se publicaron de manera póstuma, ya que, al parecer, son textos dedicados a otra mujer que no fue su esposa. Afortunadamente, en internet se pueden encontrar antologías accesibles, como la que se recoge en Material de lectura de la UNAM, y otra disponible en PDF en traducción de Rodolfo Alonso, el primer traductor de Pessoa al español.