Las chicas de Let’s Eat Grandma son todo oídos

Las chicas de Let’s Eat Grandma son todo oídos

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¿Se acuerdan de Beat Happening? Hace casi tres décadas lograron hacer de la música pueril e infantil una corriente importante sin pena alguna. Ya en 2018 existen hasta compilaciones que adaptan canciones de grupos como The Cure o Radiohead en versiones para bebés. No obstante, para este estilo es fundamental no ceder a la condescendencia y admitir la complejidad que hay en estos ritmos, así como la perfecta conjunción entre los varios elementos musicales, desde la melodía hasta la armonía y la letra.

La música infantil no necesariamente es para niños, así como la música hecha por adolescentes no necesariamente responde sólo a ese público. Let’s Eat Grandma parece incorporar un poco de ambos mundos: música chiclosa e infantil con una interpretación excepcional, fresca y novedosa de synthpop, ambient, hip hop y hasta aventuras más experimentales.

En su segundo disco de estudio, I’m All Ears, esto es aún más evidente que en su debut I, Gemini. Mientras que su primera producción era excéntrica y tétrica de una forma casi paródica —como si las integrantes Rosa Walton y Jenny Hollingworth hicieran un compilado kitsch a medio camino entre The Dresden Dolls, Tim Burton y CocoRosie—, I’m All Ears le añade una capa ambiental, bailable y agridulce. Para esto se apoyan en el equipo de producción: SOPHIE, juguetona productora de PC Music con un impresionante repertorio y sensación reciente del mundo electrónico y LGBTI+; Farris Badwan, vocalista de The Horrors; y por último David Wrench, quien produjo la mayoría del disco y ha trabajado con Bear in Heaven, Bat for Lashes, entre otros. Este conjunto de productores, a la par de la incansable mente creativa del dúo, compusieron uno de los álbumes más resonantes, emotivos y mejor producidos que el 2018 nos ha dejado ver.

En I’m All Ears las dos chicas parecen estar jugando al desafío: ellas son todo oídos. Tal vez hablan de su profundo amor por la música, tal vez le están respondiendo a quienes las tratan de forma condescendiente por su edad. De cualquier forma, dieron en el clavo sónico: todo el disco es un homenaje sincopado al romanticismo adolescente y a la dificultad de superar las ansiedades juveniles, envuelto en ritmos y melodías cuidadosamente estructuradas pero profundamente pegajosas. I’m All Ears es un disco muy amigable, no resulta complicado pegarse a la melodía vocal en temas como "It’s not just me" o "Donnie Darko", pues las chicas de LEG tienen un talento natural para conjugar melodías vocales y sus sonidos electrónicos, lo cual hace sus composiciones —por más cortas o largas que sean— completamente inolvidables.

El primer sencillo fue "Hot Pink", que inicialmente parece una balada de pop caótica pero evoluciona a un jolgorio percusivo y abrasivo muy al estilo del sello PC Music (no por nada SOPHIE produjo esta rola). No obstante, aquí se nota una característica invariable del álbum: el sonido es ambicioso, no apunta a la excentricidad sino a la resonancia emotiva, cuidando muy bien qué emociones buscan evocar. Los siguientes sencillos, "Falling into me" y "It’s not just me", reafirmaron esto. Dramático y sensible, “It’s not just me” es el sencillo más juvenil de todos, pues aborda el tema de la distancia y su poder corrosivo en las relaciones. Asimismo, la canción tiene un excelente sintetizador en el coro que parece sacado de la mente de Stuart Price (a.k.a. Les Rythmes Digitales o Thin White Duke, afamado productor de Madonna y Kylie Minogue).

El sonido de este dúo no solamente busca ser catchy, sino también apunta a la exploración sónica profunda. No nos confundamos, es entretenimiento musical de la más fina manufactura. Pero así como nos encontramos éxitos inmediatos como "I will be waiting" (que seguramente será utilizada para el momento lacrimoso de alguna película o serie), podemos encontrar canciones como "Cool & Collected" y "Donnie Darko", ambas con una duración superior a los nueve minutos. Estos dos cortes en particular tienen una cualidad psicodélica preponderante, sin olvidar los momentos de ritmos melosos y extremadamente precisos. No hay forma de no salir conmovido o con un leve contoneo en la cabeza tras una canción del dueto.

Let’s Eat Grandma propone mucho más de lo que aparenta. Al exterior, I’m All Ears parece un disco pop convencional con letras francas sobre el amor, el desamor y la ansiedad juvenil. Pero la sofisticada producción resulta más allá de lo satisfactoria: es incansable en su exploración, en sus cambios repentinos (“Donnie Darko”, por ejemplo, parece tres canciones diferentes en una sola) y en su capacidad de conmover de formas inteligentes. No es el puro ganchazo cursi, es una serie de arreglos bien pensados. Es una forma ultra elegante de hacer pop hermoso.

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