“Los personas que están a punto de conocer, los personajes, creen en sus historias con total devoción. No somos nada sin historias, así que los invitamos a creer en esta”, avisa una voz en off mientras la cámara avanza por un foro de cine y se adentra en un decorado de época.

Basada en la novela de la escritora inglesa Emma Donoghue El prodigio es el octavo largometraje del director chileno Sebastián Lelio conocido, entre otras cosas, por el éxito de su cinta Una mujer fantástica que ganó el Óscar de la Academia norteamericana de cine hace cuatro años.

Inteligente reflexión sobre la fe, las dudas y la verdad que cada quien quiere ver ante lo que sucede frente a sus ojos, El prodigio aprovecha también los mecanismos y convenciones de la narrativa para proponer una lista de preguntas mas que pertinentes en nuestros días: ¿Cuántas maneras hay de contar una historia? ¿De qué depende que esta resulte verosimil? ¿Cómo influyen la perspectiva de una religión, una disciplina científica o el poder político en la construcción de una narrativa hegemónica?

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Todo a partir de contar la historia de una niña en la Irlanda rural de la segunda mitad del siglo XIX que, según se cuenta, tiene cuatro meses sin comer y goza de cabal salud.

¿Santidad? ¿Magia? ¿Fraude? ¿Hechicería? Ante la duda un comité de notables del pueblo manda traer a una monja y una enfermera para resolver el enigma. Para encontrar la verdad y determinar la naturaleza terrenal o sobre natural del caso.

Al final, un cuento contado minuciosa y delicadamente confirma la aseveración del principio de la cinta: No somos nada sin historias.

El prodigio se puede ver en Netflix.

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