Por Florencia González Guerra y Paulina Ascencio Martes 19 de septiembre, el terremoto con magnitud de 7.1 sacude a las Ciudad de México a la 1:14 de medio día. El mismo día que 32 años atrás marcó en la memoria de los habitantes uno de los desastres naturales más fuertes en el país.
Y tan solo 12 días después del mayor sismo del año que sacudió el sureste del país en Oaxaca y Chiapas —dos de los estados más pobres del país con un saldo de 102 víctimas—.
En los días siguientes, cuando los esfuerzos de rescate terminaron, los números oficiales revelaron la disparidad de género de acuerdo a las cifras de personas que murieron. La cifras oficiales hablan de 228 personas que perdieron la vida: 136 mujeres y 90 hombres, esto representa el 59% de las muertes. Con estos números podemos concluir que los desastres naturales afectan desproporcionalmente en contra de aquellas personas menos empoderadas.
La mayor parte de los edificios colapsados fueron habitacionales y 49% de las muertes sucedieron en casas habitacionales. Muchas de las víctimas del terremoto fueron empleadas domésticas, amas de casa y trabajadoras en precarias condiciones laborales. ¿Quién está en casa a la 1:15 horas? Empleadas domésticas o amas de casa que preparan la comida. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía 77.2% del trabajo doméstico es hecho en casa y 95% de la ayuda doméstica es hecha por mujeres.
El edificio colapsado en Simón Bolívar 186, en la colonia Obrera, era lugar de trabajo de mujeres en fábricas de ensamble de ropa para mujer, bisutería, juguetes y autopartes. Al término del rescate, Miguel Ángel Vázquez, subsecretario de Administración y Capital Humano de la Ciudad de México, informó del rescate de 21 cuerpos. Sin embargo, en el informe presentado por la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, dice que 15 personas murieron en ese lugar, 12 mujeres, tres hombres y 34 sobrevivientes.
Este mismo informe menciona que habían mujeres trabajando en la empresa y que no estaban registradas en el Instituto Mexicano del Seguro Social, y otras más estaban en una situación migratoria ilegal pero en trámites para su residencia. Aunado a esto, las personas que sí estaban registradas como trabajadoras tenían un sueldo diario de entre 85 y hasta 315 pesos.
La muerte de trabajadoras en México durante un terremoto es una vieja conocida, ya que en 1985, casi 800 fabricas textiles colapsaron, en su mayoría eran clandestinas, las cuales servían como espacios ilegales de trabajo para cientos de mujeres.
Jie Ting Huang, una trabajadora de 23 años de la empresa ABC Toys de origen taiwanés declaró a Animal Político que a ella le negaron el regreso a Taiwán después del terremoto, ya que su empleadora le retuvo su pasaporte y documentos de identidad. Ella trabajaba todos los días de nueve de la mañana a ocho de la noche sin seguro médico y sin días de descanso, de acuerdo a la publicación de Animal Político.
Después del terremoto, una brigada feminista se formó e integró a las labores de rescate en la fabrica de la colonia Obrera. Las brigadistas estaban en el sitio de desastre y presionaron a través de los medios de comunicación para que el gobierno le ofreciera a las víctimas información certera, así como los nombres de los propietarios y responsables del pobre mantenimiento del edificio.
Sin embargo, en el informe presentado por las autoridades dicen no tener ninguna solicitud de información al respecto.
Estas cifras prueban que el estado mexicano, a pesar de sus esfuerzos contra la desigualdad social y económica en la disparidad de género, siguen siendo inefectivas.
El 24 de septiembre, la brigada feminista hizo un memorial donde cantaron juntas “una sola vida de una trabajadora vale más que todas sus máquinas, la vida de las mujeres vale más que todos los edificios del mundo”.