Enfermedad más allá de la melancolía: 'Asia'. Cobertura 18 FICJM
En medio de un bar ella baila despreocupada con un vestido rojo y el cabello recogido. Amigos y colegas la acompañan mientras brindan con un shot de vodka. Risas, murmullos y música es todo lo que oímos. Nuestro primer acercamiento como espectadores es a una mujer joven que sólo busca divertirse. Pero Asia responde a más de un retrato.
A lo largo de 85 minutos descubrimos en ella la profesión de la enfermería, midiendo presiones, retirando catéteres y bolsas de drenaje; esa labor que por tanto tiempo se había subestimado, y hoy, curiosamente no sólo la ficción, sino que una pandemia global, nos recuerda el valor de quienes realizan este sacrificio.
Asia es el rostro de la inmigración rusa, símbolo del desplazamiento social en Israel. El de la frustración sexual de dos generaciones distintas. Pero Asia también responde a la figura de una madre soltera que debe hacerse cargo de los gastos de un hogar y una hija con inicios de, lo que se asume, como poliomielitis.
La dinámica entre madre e hija, construida alrededor de Asia (Alena Yiv) y Vika (Shira Haas) se basa a ratos en actitudes pasivo-agresivas, en el que la antipatía de aquella que trabaja 24/7 en un hospital choca con la frustración de la otra, que únicamente desea pasar tiempo con su mejor amiga, y perder la virginidad con el chico que le gusta, pero su condición fisiológica se lo impide. Conversaciones complicitivas, y a veces juguetonas, que tienen lugar en medio de la noche, el momento que más se parece al descanso.
En algún punto de la película aquella relación de maternidad se revela más como una hermandad, sobre todo cuando ambas, sin importar la brecha generacional, comparten el mismo sentimiento de vacío hacia los hombres que han estado en sus vidas, sus deseos, y las aspiraciones románticas que tienen.
El conflicto se nos va develando sutilmente, así como lo profesa Asia en una de las escenas: “Un día a la vez”. La ópera prima de Ruthy Pribar inicia como una semilla; desde la convencionalidad de sus eventos nos lleva poco a poco a desarrollar la gravedad de todas sus aristas. No desde la lente de la victimización, o condescendiendo a la protagonista, pues para cuando hemos llegado al punto doloroso de la enfermedad, como espectadores ya hemos acompañado en la cotidianidad a los personajes, y somos una pieza más de aquella realidad enfrentada con resistencia.
El punto de mayor tensión sucede cuando Vika tiene que ser trasladada rápidamente al hospital, después de experimentar con el alcohol. Afectada por un desorden degenerativo que afecta a su respiración, a sus habilidades motoras, y promete ser un catalizador de su deterioro.
Conforme el tiempo comienza a ser contado para Vika, la relación con su madre va cambiando, poniendo en evidencia esa transición que puede dislocarnos cuando nos damos cuenta de que nuestros padres, lejos de ser esa figura autoritaria y de sólida sabiduría, son seres tan vulnerables y cargados de incertidumbre como uno mismo.
La cinta fue ganadora de tres premios en Tribeca, y 11 en la Academia de Cine de Israel, teniendo un recorrido exitoso por distintos festivales de la orbe. Hoy el Festival Internacional de Cine Judío en México (FICJM) pone a disposición del público mexicano esta película y otras más de la edición 18 a partir del 08 hasta el 28 de abril de 2021, tanto en plataformas digitales, como en salas de cine.