João Gilberto y la batida perfecta: 60 años de Bossa Nova
En una fiesta de la familia Menescal un desconocido bahiano le pedía insistentemente una guitarra a Roberto para mostrarle algo, agobiado por el intensa perorata de Joãozinho se dirigieron a un reservado donde lo que escuchó el futuro productor musical fue toda una revelación; la leyenda, el mito de una nueva manera de tocar samba estaba corriendo entre los noveles músicos de la capital carioca en su segundo ciclo de esplendor después de regímenes militares, maracanazos y populismos rampantes.
Corría el año de 1957, y el brillo áureo del sol sobre el agua atlántica de “Copacabana” reflejaba lo que a la distancia no se ha vuelto a equiparar, nos referimos a la época dorada de Brasil durante el mandato del presidente Juscelino Kubitschek con la construcción de Brasilia y el sonido que idílicamente revolucionó, desde los altoparlantes de ese tiempo, a una generación ávida de renovar su identidad para tornarse Bossa Nova.
Roberto Menescal salió de sus cabales, se fugó de las bodas de plata de sus padres, montó a su auto y llevó al ínclito guitarrista de tour por las tertulias intelectuales de una creciente clase media estudiantil, alejada de la vida licenciosa de la samba y enclaustrada en la privacidad de la noche en los apartamentos de lujo de los malecones de Río, donde un joven João Gilberto presentó el simplificado prodigio que de sus manos hacían que la guitarra no necesitará más que una voz tenue para acompañarse.
Esta forma de tocar, llamada en portugués como “batida”, era una destilación del ritmo de percusión y sincopado de la samba, colocando la disonancia fuera del punto de suspenso de los versos sino en un algún lugar estructural de los mismos, lo que nos deja en la sonora incertidumbre de una cadencia juguetona donde cualquier cosa puede ocurrir, lo que fue tachado de desafinado por los sambistas más tradicionales.
Luego de que la sociedad fluminense se enamorase de esta nueva manera de tocar, para abril de 1958 el compositor Antonio Carlos Jobim consiguió que Gilberto realizará el arreglo de algunas de sus obras firmadas a la par con el poeta Vinicius de Moraes para el álbum Canção do Amor Demais de Elizete Cardoso. Fueron estas versiones de “Chega de Saudade” y “Outra vez” los primeros tracks en los que la batida de João debutó en el estudio de grabación.
Sin embargo algo más grande se fraguaba en los estudios de Odeon, el 10 de julio de ese mismo año comenzó la grabación del primer álbum solista del guitarrista baiano. Un mes después salió un EP que incluía “Bim Bom” y una versión propia del tema que le daría título al futuro disco, como entremés del plato fuerte que llegaría después del carnaval.
João Gilberto nació a las orillas del río São Francisco, en la ciudad bahiana de Juazeiro, en 1931. Embelesado con cantores de samba como Dorival Caymmi, Carmen Miranda u Orlando Silva se había empeñado en encontrar su propio estilo, cruzándose en el proceso con la batida que le haría famoso en 1959 con el lanzamiento de Chega de Saudade (Basta de nostalgia).
Pero el éxito nunca pudo haber sido planeado ya que el nuevo ritmo así como cualquier revolución causó revuelo, con la particularidad que lo hizo sin escándalos, ya sea por el estilo terso de la voz de João o porque muchos de sus próceres sambistas, como el gran Ary Barroso, se encontraron en el mismo punto que los jóvenes, en el que fascinados por el momento y la esperanza alrededor aceptaron la Bossa Nova como el soundtrack de la nueva década que se avecinaba.
A pesar de que Gilberto prefería que se grabará solo su voz y su instrumento Tom Jobim insistió, lo que fue un gran acierto del pianista en su rol de productor que le dio la posibilidad al baterista Milton Banana de acompañar a la guitarra con una económica intervención de percusiones que empalman perfectamente con la intención e interpretación de João. Este sutil sonido, tan cercano al cool jazz, llamó la atención de músicos norteamericanos en una época donde el easy listening, las grandes orquestas, y los Grammy’s estaban en auge.
Músicos como el saxofonista Stan Getz o Frank Sinatra se interesaron por el subgénero de la samba, inclusive el propio Getz levantó la estatuilla fonográfica dorada por su interpretación de “Desafinado” del Getz/Gilberto de 1963, álbum que incluía la versión anglo de la “Garota de Ipanema” en la voz de Astrud Gilberto, esposa en ese tiempo de João, que terminó por colocar en el imaginario colectivo del mundo del entretenimiento el sonido definitivo del Brasil del siglo XX.
A 60 años de su aparición habría que reflexionar que la Bossa Nova no fue un movimiento socio-cultural sino una vanguardia sonora, ya que a partir de ese momento la internacionalización del ritmo fue imparable. En 1963 varios artistas de la época realizaron un concierto en el Carnegie Hall lo que llevó a personajes como Tom Jobim, João Donato o Sérgio Mendes a recorrer el mundo, inclusive el mismo Gilberto no volvió a residir definitivamente en Brasil hasta 1980.
Al mismo tiempo otras expresiones artísticas, como el Cinema Novo en el séptimo arte o la poesía concretista, procuraron un compromiso mayor con la otra cara de la industrialización del país, la explosión urbana y la precarización de la vida rural, lo que llevó a la segunda generación de la Bossa a distanciarse de sus precursores. Francis Hime, Nara Leão, Marcos Valle, Edu Lobo, Nelson Motta o Wilson Simonal fueron parte de esta escisión activista de la música popular brasileña que en poco tiempo se transformaría en la Tropicália. Por otro lado en 1964 comenzó la dictadura militar que se extendería por veintiún años en los que, a pesar de todo, la batida de João Gilberto siguió latiendo en los pechos callados y sincopados.
Escucha completo el #Vintage909 con Jano Vargas aquí: