Jo Nesbø: un detective noruego perdido en Australia

Si las modas literarias pudieran pronosticarse, tengan por seguro que las editoriales se ahorrarían la impresión de cientos de títulos nuevos al año. Si bien, en esa rueda de la fortuna que es el mercado editorial, los éxitos superlativos no se prestan a los vaticinios categóricos, en cambio sí pueden explicarse sesudamente.

Uno de esos grandes fenómenos de los últimos años, por ejemplo, es el dominio casi absoluto de los nórdicos en la novela negra. Lo dicho: nadie hubiera pronosticado que Stieg Larsson abriría el camino mundial a tantos autores estupendos. Pero esa sorpresa editorial poco a poco ha revelado una lógica oculta que respalda la supremacía nórdica en las mesas de novedades. En primer lugar, el norte de Europa lleva no poco tiempo consolidando una estupenda tradición de novela negra; Asesinos sin rostro (un libro cumbre del fenómeno) de Henning Mankell se publicó en el ya lejano año de 1991. Por otro lado, está la extraña fascinación que provoca leer historias de crueldad, corrupción y vileza que ocurren justo en países que para muchos, de tan desarrollados y pacíficos, parecen un poco aburridos. Por último pero no menos importante: la sangre parece ser más llamativa cuando es una mancha en la nieve. murcielago-nesbo-harry-hole_1_2237179

En este sentido, es una grata sorpresa que finalmente se empiece a editar en México la obra de Jo Nesbø (Oslo, 1959), uno de los pilares actuales de la novela negra y que se ha vuelto muy apreciado entre los lectores gracias a su detective insignia, Harry Hole. Aunque algunos de sus libros ya se habían editado en español, conseguirlos en México en ediciones españolas era poco menos que un martirio con precio de importación. A la publicación de El leopardo (Random House) el año pasado, le ha seguido El murciélago (Random House), la novela con la que debutó Nesbø en 1997.

El murciélago destaca en primer lugar por una cuestión circunstancial, pues es el primer volumen donde aparece el detective Harry Hole. Pero también la novela de Nesbø destaca por una cuestión geográfica: no hay un solo copo de nieve El murciélago – toda la acción ocurre en Australia.

Desde las primeras páginas de El murciélago, Nesbø destaca por una característica que lo ha distinguido en el resto de sus obras: desmontar uno por uno todos los lugares comunes del género de forma casi imperceptible. Respeta todas las convenciones al mismo tiempo que las deforma o, ya francamente, las parodia. El mismo Harry Hole es un estupendo homenaje y una discreta parodia de todos los grandes detectives. Por supuesto es alcohólico y por supuesto es perspicaz, pero estos atributos no impiden que de vez en cuando se muestre peligrosamente torpe o que la resolución de sus pesquisas sea a veces tan accidentada como accidental.

Estos atributos en manos de un mal narrador serían un balazo en el pie; una historia trágica convertida a tropezones en una comedia. Sin embargo, Nesbø es un narrador eficiente capaz de convertir en virtudes lo que escrito por otros sería un montón de crasos errores. Acaso el artificio de introducir persecuciones accidentadas o diálogos donde los personajes critican los mecanismos de la novela negra sea para contener parcialmente el horror simbólico que permea toda la novela, donde es crucial la cosmogonía de los aborígenes australianos: los murciélagos emisarios de la muerte, la boas que sellan un crimen pasional.

Cabe resaltar que la procedencia de Nesbø es visible a pesar del cambio geográfico. Aunque toda la trama del El murciélago ocurre bajo el sol omnipotente de Australia, la narración mantiene ese toque gélido que distingue a los nórdicos – cuando aparece un cadáver en El murciélago ni siquiera el calor sofocante impide que el lector asuma lo imposible: la palidez de un cuerpo siempre parece anunciar que en cualquier momento empezará a caer nieve.

 

@edegortari

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