Por: Poncho Puntual
Lo confieso, yo usaba Grooveshark para trabajar en mi casa, tenía una playlist llamada “Godínez” y otra con música de videojuegos de tonadas épicas y variadas que me motivaban a escribir. No soy un especialista en música y claramente como les acabo de confesar, soy un geek.
Comprendo plenamente la cuestión de derechos de autor y lo que implica económicamente la creación de una canción, sin embargo, usaba Grooveshark por la gran variedad de canciones que en su momento no encontré en otros servicios como iTunes o Spotify, además no tenía comerciales.
Este servicio que dejó de existir el pasado 30 de abril tenía serios problemas por las demandas que las disqueras y los músicos habían interpuesto contra sus creadores. Llegó a un punto en el que no pudieron aguantar más y decidieron eliminar el servicio con un texto de despedida invitándonos a usar otras plataformas de paga: muy forzado ese adiós, a mi parecer; claro que si yo tuviera una demanda encima de millones de dólares probablemente haría lo mismo.
Pero Grooveshark revivió, no por obra milagrosa ni de sus creadores, sino por usuarios que no estuvieron de acuerdo con el retiro del servicio y decidieron clonarlo, algo muy parecido a lo ocurrido con The Pirate Bay. Al momento de bajar el original, casi inmediatamente emergieron páginas espejo con el mismo nombre pero distinta dirección. Ahora se puede usar de nuevo, aunque sin tantas opciones como el original, y la encuentran en grooveshark.io.
Estoy de acuerdo con el cobro de música y la apreciación de ésta como un producto por el que se debe pagar: poco a poco las disqueras y otras empresas han comprendido que se deben proveer servicios accesibles para que la gente esté dispuesta a desembolsar una cuota mensual.
La pugna se mantiene, no se ha logrado un balance o punto perfecto entre un servicio accesible y completo contra las opciones gratuitas que violan la ley pero que siguen siendo una posibilidad para aquellos necesitados de música en el mundo, de ahí que ellos funjan como paramédicos que reviven servicios de este tipo.
Me parece importante valorar a la música en su justa dimensión: es un producto artístico que no surge de la nada. Requiere pagarse por ella, pero de igual manera se necesita que sea en una cantidad justa para los creadores y para los consumidores, no más, no menos.
Mientras no lleguemos ahí, servicios seguirán surgiendo, muriendo y reviviendo. El tiburón ha muerto, larga vida al tiburón.
@PonchoPuntual es periodista de Ibero 90.9