A Gustavo Adrián Cerati Clark, un hombre de Buenos Aires, Argentina: Naciste para ser un artista con cada una de sus letras. Hiciste comics, palabras, canciones y, de todo eso, hiciste historia.
Tus canciones eran poesía, tus palabras eran alas que acompañaban paisajes que experimentaban con los sentimientos en su forma más pura y sincera.
Amante del Flaco Spinetta, también de Bowie, amante de ti mismo. Gustavo, cometiste crímenes que quedaron sin resolver. En los momentos más oscuros diste lugar a tus dotes de médico, sometiendo a tus pacientes a terapia de amor intensiva. La sobredosis del hincha del Racing también era de T.V, seguramente tu asiento te estará esperando y la barra cantará en tu honor.
Cerati, hiciste que hasta el más fuerte derramara una lágrima, tu fuerza natural, maestro, hablando de tu padre en fase terminal, de tus vicios y de tus prácticas, mostrándole a los incrédulos que el amor también es amarillo. Hiciste música para volar, citaste al Flaco de la manera más elegante posible. Cada palabra formaba puentes en los que las cosas efímeras se podían percibir con una densidad que abruma y calma; por supuesto, son cosas imposibles, cosas que podías lograr sólo tú. Tocaste con quien se te dio la gana, rompiste guitarras, de los grandes también aprendiste a romper hoteles. Cambiaste la forma en la que se entiende la música.
México te acogió: desde el fan de la Soda Stereo, hasta el caifán y el tacvbo, sufrimos la disolución del sueño stereo y coreamos a bocanadas tu regreso. En tu voz también había tango, genio, el genio que en sus errores encontraba nuevos caminos. Te desvaneces como el tiempo y te extrañamos aún cuando estabas aquí. Hoy no te extrañamos... Hoy, casualmente, hay un lago en cielo. Con tranquilidad sabemos que ya pasó el temblor y que ya estás despierto, que nosotros te encontraremos en esas ruinas, que no tenemos que hablar.
Gustavo, coloreaste la música de fluorescente azul y dañaste nuestros sentidos, Gustavo, siempre es hoy, Gustavo, hoy cada ciudad que te recibió ha callado su furia, al menos por un millón de años luz. Hoy buscamos algo que nos saque este mareo, probamos un veneno más amargo que la hiel, fueron cuatro años en los que el príncipe no se dio por vencido, sobrevolando…
No te despedimos, prometiste quedarte aquí, porque la tinta no ha secado, porque en tu corazón quedan cosas que decir, no te vas.
Hoy te llevo para que me lleves. El té se sirve para tres.
Gracias Maestro, Gracias totales.