Por: Xavier M. Rodarte
El deporte no es más que un reflejo de la sociedad, un espacio en donde las virtudes y defectos son parte inconsciente del juego mismo. La brecha que separa la igualdad de género en el futbol sigue reluciendo, pero son las pequeñas batallas ganadas las que sirven de inspiración, para resolver un problema que está lejos de acabar.
Logros, como el conseguido por Stéphanie Frappart el 2 de diciembre pasado, al ser la primera arbitra en dirigir un juego de Champions League entre la Juventus y el Dinamo de Kiev, nos hace pensar que el mundo —y en especial el del futbol— está reaccionando ante un llamado de atención, muchas veces ahogado, orientado a la reivindicación que la sociedad les debe a las mujeres.
Aspectos históricos como la tardía oficialización de la Copa Mundial Femenina de Fútbol en 1991 denota la poca importancia que la FIFA daba a la rama femenil en el siglo XX, sobre todo si tomamos en cuenta que la primera Copa Mundial de Fútbol —masculina— fue oficialmente realizada en 1930.
Tuvieron que pasar 61 años para que el máximo órgano regulador del futbol mundial reconociera e hiciera oficial un torneo internacional de fútbol femenino a nivel de selecciones.
El aspecto más notorio en donde se puede apreciar la brecha de género, y en donde mayor repercusión mediática ha generado esta lucha, es en el ámbito económico. De acuerdo a la revista L. Football, Alex Morgan fue la futbolista mejor pagada en 2019 con un sueldo mensual de 408,000 euros.
Cifra que no se compara en lo absoluto con los 8.3 millones de euros que Lionel Messi recibe de su club como ingreso cada mes, según ha publicado L’ Equipe.
Y en este rubro, la selección nacional femenil estadounidense es la que ha dado un paso adelante. Representada por la actual ganadora del Balón de Oro, Megan Rapinoe, presentó en 2018 una demanda contra la Federación de Fútbol de los Estados Unidos para visibilizar la discriminación salarial que la selección femenil tenía en comparación a su símil varonil. La demanda fue denegada y la lucha continua hasta el momento.
Los esfuerzos por hacer del futbol un deporte igualitario siguen apareciendo a manera de pequeñas luchas y significativas victorias.
Paulatinamente el deporte ha ido cambiando a raíz de demandas provenientes de un hartazgo social generalizado, demandas que seguirán siendo el principal vehículo para llamar la atención de todos los que permanecen indiferentes, ante un problema social que atañe al desarrollo de una humanidad globalizada.