La FIL Guadalajara, la Guardia Nacional y la glorieta

La FIL Guadalajara, la Guardia Nacional y la glorieta

Cortesía FIL Guadalajara / Bernardo De Niz

La Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara finalizó este domingo 5 de diciembre, después de gran incertidumbre. Quienes han ido a ediciones anteriores, comentaron que la aglomeración del público lector en los pasillos no se debía a la gran cantidad de gente sino a la cercanía entre un exhibidor y otro; además, extrañamos a la Gandhi y a otras grandes tiendas de libros que decidieron no acudir.

Seguramente, muchas personas también extrañaron al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, en pleito público contra la Universidad de Guadalajara, que dignamente celebró la feria en formato híbrido, con todo en contra. En nueve días lograron una asistencia de 250 mil personas, según sus propios cálculos. 

Es muy saludable participar por varios días en un evento masivo donde las megaproducciones de televisión y cine, estadounidenses y europeas, permean en toda pantalla por la cultura visual tan abrumadora, pero acá es un oasis de letras y portadas lo que atrae la atención de los asistentes.

Durante el andar entre los expositores, fue sorpresivo e interesante encontrar el libro Las caricaturas me hacen llorar, de Enrique Serna, editorial Terracota / PAX, que publicaron su tercera edición en 2020, en plena pandemia. Pero más aún un 20% de descuento para sus lectores sedientos que estábamos a punto de comprar en Mercado Libre a un costo más absurdo que las contradicciones de Hugo López-Gatell. También me gustó el Encuentro Nacional Booktube 2021, por el atrevido uso de la tecnología por los jóvenes y el papel para bien de su imaginación y una socialización incluyente, ya sea a distancia o presencial.

Nada de gusto ha dado a los asistentes ver a los uniformados de ese espectro militar/policiaco llamado Guardia Nacional, sobre todo los primeros días de la feria, armados hasta “las cachas”, paseando como en la Alameda o en alguna plaza de pueblo buscando esquites. También estaban sus máquinas de guerra apostadas en la entrada de la esquina del Centro de Exposiciones, algo poco visto y escalofriante, contradictorio para un recinto del saber, el conocimiento, la reflexión, el análisis, los abrazos creativos y no balazos.

Pero también llamó la atención que, a menos de tres kilómetros de la Expo Guadalajara, el espectáculo de la lectura más importante del país, se encontraban pancartas pegadas al cemento de la Glorieta de los Niños Héroes con cientos de rostros de desaparecidos. Ahí las mantas y denuncias a instancias de gobiernos municipales, estatales, federales, los poderes judiciales y legislativos incapaces de sacar al país de esa “guerra absurda”, de la que hablaba con dolor Javier Sicilia hace más de una década. La cercanía de esa glorieta por la que pasó mucha gente que asistió a la feria, golpea la cara a la abstracción, el regocijo literario e intelectual ante un país sumido en la violencia. Ahí, los colectivos han puesto las fichas de los desaparecidos, dignamente dan memoria de sus ausentes y la renombran como "Glorieta de los y las desaparecidas".

La mayoría de las personas que van a la FIL y que viven en la capital del estado, han visto la glorieta por años, lo cual simula una novela negra donde el actor principal es un estado resignado y un sistema judicial que, aunque algunos intentan mejorar, está rebasado con presupuestos fastuosos para instancias locales y federales y para las billeteras de funcionarios mediocres ganando más que los corredores de Reforma y la Bolsa Mexicana de Valores.

En la FIL, mientras estamos seguros sin ningún riesgo entre libros, decenas de miles de muertos nos rodean y nos recuerdan que no serán los políticos los que mejoren la sociedad, sino la ciudadanía y el pueblo (bueno, malo, pobre o rico) quien les exijan cambiar. Esa terrible situación, al menos se reflejó en varios de los nuevos libros alusivos publicados en la feria, que además de la pandemia, llamaron la atención del programa los siguientes: Porque la lucha de un hijo no termina…, de Celia del Palacio; La patria de los ausentes: un acercamiento al estudio de la desaparición forzada en México, de Rodolfo Gamiño Muñoz; Necromáquina, de Rossana Reguillo; La fosa de agua. Desapariciones y feminicidios en el río de los remedios, de Lydiette Carrión y Desapariciones en México. Análisis socio jurídico del fenómeno en curso, de Michael W. Chamberlin.

También se realizaron charlas en la FIL Pensamiento, como Acciones urgentes contra la desaparición de personas en México, que dieron voz a colectivos locales. Quizás algunos de los autores y autoras más importantes que pisaron la FIL se podrían haber dado una vuelta a la glorieta con las madres y padres de los desaparecidos, para visibilizar a las víctimas y ejercer presión al gobierno en turno. Me refiero a personajes que van a la feria, como headliners de conciertos, a dialogar sobre democracia, medios, derechos humanos y justicia, como Enrique Krauze, Lorenzo Cordova, Hernán Gómez y otros de los más taquilleros que se presentan en los salones más grandes del recinto. Si los taxis de afuera no están disponibles o el servicio de chofer de la Editorial no los lleva, el abusivo Uber X4 les saldría en 150 pesos aproximadamente, aunque esté a cinco minutos en auto. Ir a esa glorieta sería quizás mucho más incidencia social que sus miles de críticas, que se disuelven en sus contradicciones de la alcurnia política y el apoyo moral a Morena.

Alfaro, emanado de Movimiento Ciudadano, un partido que ha crecido mucho y que se ha deslindado estratégicamente del resto de la oposición, aunque diga que no quiere ser presidente de México, todas sus acciones apuntan lo contrario. Pero quien tenga una glorieta así, en una de sus plazas y cruces principales, apostada por años, ¿debería ser tomado en serio para un puesto de ese rango? Como cuando se dijo que en Estados Unidos era absurdo que llegara a ser presidente un actor de cine y locutor de radio, un hombre de color o un millonario misógino de ultraderecha. Para sorpresa de muchos y muchas, ganaron Ronald Reagan, Barack Obama y Donald Trump. Por suerte, no somos Estados Unidos, aún.

*Alejandro Cárdenas, académico y periodista. Director General de Ibero 90.9 FM.

Foto de portada: Cortesía FIL Guadalajara/ Melinda Llamas

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