Aún hay quien mata para no ser aniquilado… Una conversación con Jordi Soler
Los hoteles siguen siendo ese lugar ideal para encontrarte con alguien más. A pesar de su atmósfera y las cientos o miles de historias ajenas que dan la impresión de apagarse con la música de lobby. Las puertas metálicas se siguen abriendo para que ingreses y te lleve al piso que quieres llegar.
Las puertas se vuelven a abrir. Salitas estilo lounge y el gran salón de piso blanco que invita a caminar. A la derecha está él. Sentado: Jordi Soler (1963), escritor consumado con autoría de 10 novelas traducidas a varias lenguas así como libros de cuentos, ensayo y poesía. La mítica voz que en décadas pasadas sonó en la radio y pocos olvidan. Sentado. La música que proviene de las bocinas en el techo y los cubiertos que golpean los platos del restaurante no lo inquietan. Espera.
Nació en México y vive en España. Digamos que similar a la vida de sus padres, sólo que al revés. De chico vivió y creció en la comunidad veracruzana La Portuguesa: lugar al que su memoria siempre regresa. Porque ahí quedan los colores, paisajes, personas y olores. Como si se trataran de hierba fresca.
“Dispara”, dice como para romper el hielo, aunque también rememora esas clases en donde se ha dicho que las entrevistas son un duelo. El motivo es su más reciente libro: Usos rudimentarios de la selva (Alfaguara, 2018).
“Es una novela constituida con 12 cuadros. Es la historia de una familia que emigra de Europa después de la Guerra Civil Española y se instala en la selva de Veracruz, ahí fundan un cafetal que se llama La Portuguesa. Es un negocio —digamos— que trabaja la familia y un montón de trabajadores que son indígenas, y toda la novela está trenzada entre estas dos fuerzas: los indígenas que son los habitantes originarios de esa selva y los españoles que llegan a montar este negocio. Aquí lo que hay es la lucha arquetípica mexicana entre el México prehispánico y la España de los conquistadores, aunque esta historia sucede en el siglo XXI, ya que es algo que sigue sucediendo en México ¿no?”.
Cada palabra que surge de su boca es un recuerdo doble. El primero: lo que vivió durante su infancia en esa selva veracruzana. El segundo: el mismo tono de voz que a mediados de los 80 recomendaba música y literatura en la estación de radio que transmitía puro, total y absoluto rock & roll: la legendaria ROCK 101.
Como toda madre, la selva a veces no te quiere…
“La protagonista principal (de esta novela) es la selva, una fuerza incontrolable, demasiado viva, donde suceden un montón de cosas, de ahí sale la vida. La selva es como la madre, nuestra madre. Es una madre en el sentido que te da la vida, pero también te sigue condicionando la existencia a lo largo de la infancia y también, —como toda madre—, a veces no te quiere… A veces te quisiera fuera de su vida, la selva es lo mismo: a veces te pretende aniquilar”.
Hace ya más de una década que Jordi Soler se fue de México. Su nacionalidad y calidad de extranjero le permiten tener una visión más objetiva sobre lo que los medios dicen de este país y los que habitan en él.
Continúa adentrándose en el mundo de la música en busca de canciones que lo hagan sentir bien. Escribe su columna en el diario Milenio y emite un programa radiofónico trasatlántico que en la frecuencia modulada transmite para la CDMX y en el internet para todo el mundo. Su pelo blanco no lo aparta del niño que fue.
Ahora regresa para presentar una más de sus novelas, en la que, a lo largo de 12 cuadros el lector se encontrará con un niño, el sexo, la lluvia, la añoranza, los borrachos y las putas.
Si te animas a leerla, tal vez coincidas con él en que la selva es la vida misma y poco ha cambiado: aún hay quienes matan para no ser aniquilados.