Entrevista con Carlos Velázquez: La efeba salvaje
Llego a mi casa y encuentro al pie de la puerta un paquete amarillo. Durante unos segundos, veo algo pasmada mis pies rozando el envoltorio descuidado, lo veo con la emoción y la extrañeza de quien baja por primera vez al Under. Lo recojo y observo que a lado de un par de estampas postales está escrito: La efeba salvaje. Con un poco de nervios e incluso algo ofendida, me adentro en mi casa para que nadie me vea abrir el recién-venido y anónimo ultraje. Al abrirlo encuentro el nuevo libro de cuentos de Carlos Velázquez, Laefeba salvaje (2017 Sexto Piso). A las pocas horas recibo un correo invitándome a conocer al ofensor en el Centro Cultural Bella Época, por cierto, no muy lejos del Under. Nos encontramos, le ofrezco un café y no acepta: “hemos venido a hablar de la literatura y sus agravios. Nada más”; parece que me dice con su más de 1.80m de altura, o eso creo yo, hasta que comenzamos a hablar de su recién publicado libro y platicamos del norte, del humor, de la muerte, y surgen varias carcajadas; algunas crueles y otras no tanto.
Valeria Villalobos: Recientemente publicaste tu nuevo libro de cuentos La efeba salvaje: ¿cómo fue el proceso de escritura? ¿Concibes tus libros como un proyecto unitario o recopilas cuentos de distintas etapas de tu trayectoria creativa?
Carlos Velázquez: Mi experiencia es que siempre quiero hacer algo que nunca sale, pero que termina por dar otro buen fruto. Por ejemplo, La marrana negra de la literatura rosa era originalmente un libro de 250 páginas, pero cuando llego con mi editor y lo dictaminamos resultó que lo dejamos en 145, se volvió un libro muy contenido. Eso me daba miedo porque pensaba que el lector no tiene respiro; sin embargo el libro quedó muy conciso, aunque era otro libro.
Con La biblia vaquera y La efeba pasó lo mismo. Aunque los cambios no son extremos; de alguna manera el espíritu del libro se conserva en que los personajes fuertes son mujeres. Yo quería hacer un libro sobre personalidades femeninas poderosas. Pero en el medio fueron apareciendo otros personajes, fueron tomando lugar y equilibraron la balanza.
Mis cuentos vienen en bloque. No soy ese tipo de autor que luego hace una reunión, que se tarda mucho en acumular material. Hace poco leí un libro en el que el escritor tardó 10 años en escribir. 10 años escribiendo un libro de cuentos es demasiado para mí. Mi método es otro: una historia jala a la otra. Cuando me di cuenta ya tenia este volumen.
VV: Se lee muy distinto un libro de cuentos que está conformado por cuentos que se sacan del cajón y uno que fue construido como un proyecto único, donde hay cohesión estructural, temática. El cuento, como decía Cortázar, es un knock out, tienes una oportunidad de abatir al lector. Me interesa mucho tu libro porque se ve una unidad en la que cuento tras cuento el lector ya está esperando el final irónico que va a hacerle sentir burlado.
CV: Si me pidieras una definición sobre el cuento, retomando el knock-out de Cortázar, el cuento para mí es como un penal, solo tienes una oportunidad y lo fallas o lo metes, no hay puntos medios. Lo que dices se ve en varios cuentos. En cuanto a “La efeba salvaje”, el final fue un poco complicado, porque el cuento comienza a subir de tono y llega un punto en el que dices: ¡qué voy a hacer cuando las cosas más tremebundas ya las enuncié! Así que la solución final solo puede ser una vuelta de tuerca.
VV: Hemingway decía: “show, don’t tell”, y tu llevas muy bien esto a la escritura. En tus cuentos, con acciones muy precisas das cuenta del temperamento de tus personajes. Eso es principalmente evidente en los finales de tus cuentos, donde los personajes terminan lidiando de una manera complejamente despreocupada con todo lo que provocaron.
CV: Los finales fueron retadores para la escritura; pero creo que en muchos– como “Stormtrooper” o “Mundo Death”– se habla de que las personas sacrificamos cualquier cosa por nuestra comodidad. Lo que yo entiendo, y cualquiera lo puede interpretar como quiera, es que la gente toma decisiones con tal de no volver a pasar por el mismo calvario. Estos personajes están tan casados con sus errores que los llevan hasta el final. Pero es gente sumamente amorosa, tierna, pero en ellos se esconden asesinos en potencia, que apenas los mueves un poquito de su zona de confort, son capaces de lo que sea.
VV: Escribes cuento y novela, ¿cómo es tu relación con cada uno de éstos géneros?
CV: Con la novela me exijo mucho, la que está por salir la he escrito alrededor de 4 veces.
En cuanto al cuento, no reescribo demasiado, lo que no significa que como lo escriba la primera vez se publica, hay una lectura muy atenta. Con el cuento tengo una relación muy simbiótica porque me preparo muchísimo. Este año he leído alrededor de 14 libros de cuento al mes. Estoy siempre muy preocupado por las estructuras y el lenguaje. De hecho, mi método de trabajo es bastante peculiar, cuando quiero captar una atmósfera, un tono, cierta estructura, cierto modelo, lo que hago es que releo una misma historia durante 15, 20, 30 días. Cuando estaba escribiendo La biblia vaquera, leí “El perseguidor” de Cortázar todos los días durante 30 días. Ese tipo de ejercicios hace que puedas captar esta estructura, ese tono, esa música, es una gran herramienta.
VV: En los cuentos de La efeba salvaje usas un registro muy coloquial, en ocasiones proveniente del norte del país. Constantemente se refieren a ti como un “escritor del norte”, incluso en la contraportada del libro hay un comentario de Sergio González Rodríguez que dice “La literatura del norte hacia el futuro ha comenzado a ser otra”, ¿qué piensas de esto?
CV: Yo creo que ese momento estético ya pasó. Cuando escribí La biblia vaquera era una carta de presentación, evidentemente era un libro sobre el norte porque yo nací allá. Había un énfasis en el lenguaje porque hasta ese momento era mi carta más fuerte, mi estandarte. Pero conforme ha pasado el tiempo siento que mi abanico de posibilidades temáticas y lingüísticas se ha ido abriendo. En definitiva soy un escritor norteño porque nací en el norte pero no me interesa que mi obra esté ceñida a un territorio geográfico o movimiento, mucho menos a que esté escindida de un corpus mayor de literatura mexicana o latinoamericana. El reto es que la literatura se incorpore al corpus, a la tradición. Yo no quiero pintar mi raya, ni tener compromisos con nadie. No voy a dejar de ir a una historia solo porque no pertenece al norte.
VV: ¿Por qué te parece tan importante escribir con humor?
CV: Yo odio que los autores me regañen, yo veo la literatura como un entretenimiento que no está exento de rigor y preparación y que debe ponerte a pensar, pero no regañarte. Respecto al humor, creo que hay que tener un poco de amargura para tener buen sentido del humor. El humor es liberación. Desde niño tuve un contacto muy directo con la comedia en televisión, esto modificó mi flujo interno. Además de que el norteño es un ser carrillento por excelencia, pesado y cruel.
VV: Resulta muy llamativo el uso de estereotipos y caricaturas que empleas en La efeba salvaje, así como el uso de referencias pop. Tu libro tiene mucha carga musical y televisiva, mucha ironía en torno a los mitos comerciales, como los infomerciales y los productos milagro. Pero también incursionas en cuentos con rasgos sobrenaturales, algo que no habíamos visto en ti.
CV: La efeba es un libro muy ecléctico. Siempre he tenido la intención de crear puentes con otras tradiciones, con otros autores. Me interesa explorar otras literaturas. Creo que es un libro mucho más dinámico que La marrana, por ejemplo. Yo, hasta este momento, considero que lo mejor que he escrito es “El resucitador de caballos”, porque es algo que yo no escribía, es un cuento serio, es una historia de fantasmas que requirió un gran ejercicio de planeación y estructura, sobre todo por el manejo de la tensión dramática: sube, baja y cuando parece que ya pasó lo más tremendo resulta que no, sigue y sigue y al final hay una conclusión que es una especie de broma mental. Me sentí muy satisfecho y me di cuenta que puedo escribir otras cosas con buena calidad.
Estoy atravesando por un gran momento de producción, mientras corregía y editaba el libro, escribí otro cuento, uno nuevo, uno feliz, donde no hay muerte y al inicio me asusté. Pero me di cuenta que es sólo que cada vez me empiezo abrir un poco más a nuevos registros, a pisar otros terrenos que no pisaba y afortunadamente los resultados han sido muy buenos.
No es entonces posible sólo hablar de la literatura “y nada más”. No se puede hablar de letras sin hablar de la risa, de la muerte, de la geografía, de la escritura, de lo sobrenatural y de los estereotipos y tampoco se puede hablar de la literatura sin agravios y sin ganas de ultrajar, ultrajar conceptos, perspectivas, géneros, ideas. Espero volver a leer y ver a Carlos en poco tiempo; creo que así será, acabo de recibir un correo donde me avisa que en breve llegará a mi casa otro nuevo paquete amarillo que tendré que esconder en mi casa: El pericazo sarniento.