Entre la calma y la brutalidad de la naturaleza: 'Ire' de Combo Chimbita

Entre la calma y la brutalidad de la naturaleza: 'Ire' de Combo Chimbita

La deuda que tenemos con África es impagable. Occidente se encargó de explotar hasta la náusea al continente negro; de una u otra manera, a la fecha, lo sigue haciendo. Actualmente, muchas de las expresiones sonoras urbanas que dominan los charts internacionales son claras apropiaciones y, en algunos casos, la muestra clara de la asimilación de siglos de música y ritmos africanos.

Abya Yala, nuestra América primigenia, es un prado fértil que acogió las diversas costumbres y tradiciones de los pueblos africanos, sometidos y explotados por los esclavistas occidentales. La semilla musical, plantada hace más de 200 años, floreció; ahora es un ecosistema único y vasto que no deja de sorprender a los melómanos.

¡Qué chimba, parce! Todos a chimbar que el pinche mundo se va a terminar. Cuatro colombianos en pleno corazón de la babylon hipermoderna, Nueva York, cuatro migrantes, cuatro músicos liderados por una mujer, Carolina Oliveros, cuatro espiritualidades que en conjunto se fusionan y dan lugar al nacimiento del Combo Chimbita.  

Cumbia no cumbia y tropicalismo futurista así es como describen su música los chimbitas, el combo está compuesto por: Niño Lento es Fuego (guitarra), Prince of Queens (bajo-sintetizadores), Dilemastronauta (batería) y, la ya mencionada, Carolina Oliveros (voz-guacharaca). Su discografía se compone del EP El corredor del jaguar (2016, Names You Can Trust) y tres larga duración: Abya Yala (2017, Figure & Ground), Ahomale (ANTI-, 2019) y su más reciente producción: IRE (ANTI-,2022).

Arropados por una riquísima herencia musical, estos cuatro exploradores sonoros no sólo cimentaron su carrera en la tradición, sino que mezclan las raíces con las nuevas sonoridades que pululan alrededor del globo. La migración los llevó a transitar por diversos caminos que desembocaron en otras formas de relacionarse con el amplio bagaje musical de su natal Colombia. Rock, cumbia, psicodelia, funk, metal, afrobeat, bullerengue, sonidos afrocubanos y caribeños; un rico caldo de cultivo que viene cocinándose a fuego lento desde el año 2013, fecha en que Oliveros comenzó a residir en Estados Unidos. 

Como le sucede a muchos trotamundos, el proto Combo Chimbita comenzó a revisitar y revalorar su tradición musical estando lejos de su tierra natal. Antes de conformarse como una agrupación sólida, los integrantes del Combo pasaron por grupos tales como: Carolina Oliveros yLa Nación, M.A.K.U. Soundsystem y Bulla en el Barrio, tales asociaciones prefiguraban lo que a la postre el futuro les tenía deparado.

Los caminos de la vida, así como los de la música, son misteriosos y muchas veces colocan en escena los elementos adecuados. Combo Chimbita comenzó como un pasatiempo, una manera de divertirse y poner a bailar a la gente (notorio en su primer EP y en su primer LP). Sucesivamente, el proyecto tomó impulso, evolucionó y definió tanto su estética como su presupuesto musical que considera lo “local” (Colombia y Latinoamérica) con lo global (afrobeat, funk, free jazz y la riqueza sonora del África). Los sonidos bullangueros dieron paso a la introspección y la construcción de paisajes íntimos, preciosistas llenos de arreglos y líricas con temáticas sociales.

IRE tuvo su génesis en medio de la pandemia. Agazapados en Arecibo, Puerto Rico, el Combo se sumergió dentro de las aguas del Caribe, a semejanza de los eremitas se retiraron a la quietud, lejos del mundanal ruido y prisa del mundo hiperconectado. 

El resultado son 12 temas que transitan entre la calma y la brutalidad emanada de la fuerza de la naturaleza. Dos caras de una misma moneda, sosiego y tempestad, docilidad y estertores llenos de la lascivia que sólo pueden despertar los aquelarres afrocaribeños.

La portada es una imagen con pinceladas fuertes que asemeja a una gran ola que se erige poderosamente frente a una costa presuntamente desierta, únicamente surcada por una ave rojiza, agua y firmamento. Se difuminan y confunden. Nuevamente conviven la calma y la furia de la naturaleza.

Oya” es el corte inaugural del plato; remite inmediatamente al panteón yoruba, donde Oyá es la deidad femenina que se relaciona con las tempestades y el erotismo. Un ensoñador preludio, cuasi instrumental que se va resquebrajando poco a poco por la fuerza vocal de Carolina, un embrujo narcótico bajo el lamento de una sirena caribeña. El video es una joya visual:

El conjuro idílico de “Oya” cede su paso a la enérgica y poderosa “Babalawo”, dentro de la fe yoruba el babalawo es un sacerdote, un hombre sabio que conoce el pasado, presente y futuro. Frenesí instrumental que despliega el ímpetu sónico de los chimbitas, pandemonium que coquetea con el free jazz, el afrobeat y se adereza con elementos propios del mundo de la santería.

El viaje hacia las aguas del misterio continúa con el tercer track de IRE, “Me fui”. Aquí aparece el combo al que estamos acostumbrados, influencias afrocaribeñas que abrazan el registro inconfundible de Oliveros; percusiones que retumban como preludio a un rito orisha. Añoranza ante la partida; dolor transmutado en música.

La espiritualidad se suele acompañar de cierta aura de misterio, la fe es la convicción de creer en algo, independientemente de sí es tangible o no. “Memoria”, cuarto corte de la nueva producción de Combo Chimbita, coquetea con el dub y la cumbia, es un pasón psicotrópico que busca apaciguar mediante el baile la pérdida de un ser querido. Bullicio sonidero en medio de la selva.

La perla” es un periplo psicodélico que a medio camino da paso a una sesión de tambores atronadores. Una de las virtudes del Combo es la facilidad como nos desplazan de ritmos y texturas, con facilidad y elocuencia, sin forzar ni someter a sus escuchas a desplantes grandilocuentes. “Sin tiempo” entra en un mood introspectivo, filosófico, pesado en el buen sentido, cercano a una balada con tintes bluseros. No obstante, las cajas de ritmo que remiten al sonido Bristol se trasladan al oleaje cansino de una playa iluminada tenuemente por la luz de unas cuantas velas.

Es reconfortante escuchar la capacidad camaleónica de los oriundos de Colombia. La segunda mitad del larga duración, arranca con “Me lo merezco”, tema que parece ser una declaración de propósitos sobre el quehacer artístico del Combo. ¿Por qué hacer un trabajo en esta sintonía? Simplemente porque se lo merecen, porque es una manera de apapacharse en estos tiempos tan convulsos. “Indiferencia” retoma los aires jamaicanos, el espíritu del león de Judea deambula por los resquicios rítmicos de esta melodía. Cabe señalar, el cariz netamente conciliador de las letras, líricas que apelan a la tolerancia, el respeto por las diferencias y la coexistencia de colores, sabores, idiosincrasias y credos. Esta premisa se ve reforzada con los protagonistas de varios de los videos oficiales de la banda, personajes de la comunidad LGBTTTI.

La recta final de la producción se regodea por terrenos disímiles pero emparentados gracias a la versatilidad de los chimbitas. “De frente” suena con vigor y enjundia, propias de una agrupación con kilómetros de camino recorrido, guitarras afiladas que batallan y se complementan con la base rítmica. “Lo que es mío, es mío” suena a éxito mainstream de Rosalía, Nelly Furtado y Paulina Sotomayor. Aquí se fusionan las voces de Carolina y Diorlenny Rodríguez; hechicería sonora que invita a mover las caderas y subirle a los bajos de la ranfla en turno.

El espíritu de Mano Negra toma por asalto los primeros segundos de “Mujer Jaguar”, penúltimo tema de IRE. Punk tropical, combativo que se monta en los poderosos lamentos de Oliveros que pareciera se encuentra poseída por un espíritu ancestral.

La odisea sonora culmina con “Todos Santos”, la fuerza omnipresente de la figura femenina termina por cerrar un plato heterogéneo, contestatario y poderoso. Por medio del ritmo sagrado de los tambores y la glosolalia divina que regurgita del pecho de Oliveros, Combo Chimbita se erige como antorcha que porta el fuego para la liberación mental, espiritual y física de todos los hijos de Abya Yala.

IRE es un periplo que ahonda en la espiritualidad, el poder sanador de las palabras y sonidos, es una ayahuasca sonora idónea para estos tiempos oscuros. El babalawo lo vaticinó, vendrán tiempos mejores.

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