¿Tudo bem Brasil? Omar García (@omargc)
En tiempos del Imperio a principios del siglo XIX se adoptó al verde en la bandera brasileña, representando la casa real de los Braganza. Hoy ese mismo paralelogramo esmeralda asemeja a un país cubierto en un 62% por especies endémicas distribuidas en 50 mil clases de flora a lo largo y ancho del país sudamericano, según el investigador del Instituto Brasileño del Medio Ambiente (IBAMA por sus siglas en portugués), Joaquim Maia-Neto.
Desde 1493, cuando las expediciones “Bandeirantes” extendieron el territorio inicial otorgado a Portugal por una bula papal, la extensa mezcla de flora y fauna han sido estudiadas y registradas, primero por el neerlandés Willem Piso en su obra: “Historia naturalis Brasilae” donde describe alrededor de 5 mil especies de especies endémicas solamente en la parte comprendida del noroeste de Brasil, donde las colonias holandesas se habían colocado. Un equivalente brasileño para las obras de Alexander Von Humboldt en México, por llamarlo de una forma. Lo cierto es que la “Historia naturalis” sigue siendo un referente para las investigaciones en suelo brasileño, centro mundial de esta clase de estudios desde el siglo XVI.
De nueva cuenta tomando como punto de partida estas exploraciones a finales del siglo XV, fue a partir de esta expansión que el ahora Brasil encontraría su corazón, su símbolo, el “pulmón del mundo”: el Amazonas.
Aproximadamente, Brasil posee 4 millones de km² de los 6 que comprende toda la Amazonia, resguardando tras sus fronteras poco más del 25% de las especies de seres vivos a nivel mundial. Sin embargo, apenas el 50% de estos 4 millones de km² están protegidos bajo el estado de derecho brasileño, sumado a la creciente tasa de explotación ilegal de flora, fauna, deforestación con fines de crianza de ganado, extracción de minerales y urbanización no planeada que han llevado en los últimos 20 años a una drástica deforestación que tiene al verdor del Amazonas en una décima parte de lo que fue al momento de su descubrimiento.
Por si fuera poco, aunque la zona amazónica representa dos tercios de la biodiversidad brasileña, zonas como: la Mata Atlántica, Serra del Mar y el Pantanal han visto la misma gama de problemas, mismos que a pesar de la renovación del “Código Forestal Brasileño” en 2012, apenas han podido ver mejora y distintas organización ambientales ponen los focos rojos en una región que como su nombre lo indica, provee más del 40% del oxígeno del planeta.
Si bien, la ya mencionada renovación del “Código Forestal Brasileño” cumple las funciones de una propuesta ambiental responsable en su explotación y renovación, son las ONG’s las que han lanzado propuestas más concisas con las autoridades correspondientes en el país amazónico. María Wey de Brito, secretaria general de la “World Wildlife Fund” recientemente publicó un plan de soluciones a corto, mediano y largo plazo para reducir las “algias” de la nación “verde-amharella”, cómo: la “planificación básica de conservación” y la “huella ecológica”, ejercicios de cuantificación de especies y recursos a fin de crear un plan de distribución y explotación a medidas de conformar al primer país en América Latina y de los primeros en el mundo con un desarrollo responsable y sustentable a nivel ecológico.
Así la realidad de una nación que presume de su verdor hasta en los lábaros patrios, de una nación que concentra en poco más de 8 millones de km² una quinta parte de la biodiversidad del mundo, de una nación que vive un momento crítico en su ecología y que de fallar las medidas propuestas, no sólo el curso ambiental de Brasil estaría en juego, sino de todo el mundo y una nación que pide en forma de una frase de Paulo Friere, psicólogo brasileño, una solución desde el interior: “hay que pensar en el Brasil como sujeto. Hay que asumir la realidad del Brasil como efectivamente es. Es identificarse con el Brasil como Brasil”.