La construcción de una capital Santiago Palmeros (@santipalmer)
La figura de una capital puede ser entendida de dos maneras. Primero, como el centro político de un Estado y, segundo, como un centro urbano. En Brasil, Río de Janeiro funcionó como capital política por muchos años y otras ciudades hicieron lo propio como núcleos urbanos. Sin embargo, en 1954, Brasil decidió hacer algo único y del polvo creó una de las ciudades más emblemáticas actualmente de su país para hacerla su nueva capital, Brasilia.
A principio de los 50, Getúlio Vargas, el entonces Presidente de Brasil, decidió que la capital de su país debía ser mudada por razones que no quedaron muy claras. Recibió muchas propuestas y en 1954 aprobó el proyecto encabezado por el urbanista Lúcio Costa para trasladar la capital brasileña al desértico estado de Goiás.
Costa llamó a Oscar Niemeyer para que formara parte de su equipo. Niemeyer, uno de los arquitectos más famosos a nivel internacional, representaba lo que buscaba el gobierno brasileño con esta acción: la modernidad. Las razones de dicho traslado pueden no ser oficiales, pero sí lógicas. Río de Janeiro, una ciudad en la costa, tenía y tiene una estabilidad económica asegurada al ser un punto turístico de gran importancia, así como otras ciudades similares. Fuera de esos lugares costeros y portuarios, el mundo no conocía a Brasil. Llevar la capital a una ciudad justo a la mitad del país, donde está la ahora llamada Brasilia, implicaba ampliar el horizonte brasileño hacia el extranjero. Desde un punto de vista económico también era favorable, pues aseguraba una fuente de ingresos para el centro de Brasil, región olvidada por muchos. Simbólicamente, tener la capital en el centro del país le da mucha más fuerza a la misma. Además, dadas las amenazas bélicas mundiales que se vivían, se pensó que de esa manera podrían estar protegidos de cualquier invasión que viniera por el mar.
Construir una ciudad desde cero, lograr la perfección y, con arquitectos representativos del modernismo, difundir una imagen vanguardista de Brasil hacia el mundo. Eso querían lograr y eso hicieron. Lúcio Costa se encargó del plan urbano, mientras que Oscar Niemeyer del diseño de los edificios. Costa siempre buscó el orden y por ello, la ciudad está dividida en bloques. Por un lado encuentras las instituciones, por otro los hoteles, más lejos las casas y departamentos y la zona de compras y centros nocturnos en otras áreas. Todo muy segmentado.
“Brasilia fue una aventura exitosa, un momento de optimismo cuando la gente se da cuenta que muchas cosas pueden ser logradas en un mundo tan contradictorio” Eso dijo Nieyemer acerca del proyecto. Eso es Brasilia, un experimento que buscaba alcanzar la perfección, y quizá lo logró. “El problema de Brasilia es que no es una ciudad” dijo un profesor inglés de urbanismo hace unos años. Las características de una ciudad están ausentes en Brasilia. ¿Por qué? Hay demasiado orden. Desde el cielo, por la noche, sólo una parte de la ciudad está iluminada porque ahí están todos los centros nocturnos. No hay departamentos arriba de un café, restaurante una tienda. No hay basura. No hay tráfico. Las distancias para peatones son largas.
Brasilia es demasiado perfecta, es un oasis en medio de un país cuya virtud es el desorden y la fiesta. Ahí no hay espacio para ello. De hecho, no hay ciudad como Brasilia en el mundo. Los edificios modernos te transportan a otra dimensión y es que Brasilia, es de otro planeta.