Dicen que por ahí hubo alguien que intentó calcular el presupuesto que gastaría en caso de tener que ir a ver por todo el mundo los contenidos que se encuentra en el Cervantino. La cifra debe superar el millón de pesos, pero eso no es importante en este momento... sería interesante hablarle de Sekou Kouyate y su banda tan multinacional. Los músicos de este proyecto provienen de Cuba, Ghana, Mozambique y Dinamarca; Sekou es originario de Guinea... Así que aquél que estaba calculando ese presupuesto, probablemente hubiera pasado un sano rato de entretenimiento con el Electric Kora Groove. El domingo 22 de octubre, en la Alhóndiga de Granaditas, se presentó una de las fichas más firmes que tuvo la jornada de este fin de semana. Sekou Kouyate es un músico guineano que es parte de una milenaria herencia musical, es un eslabón en una cadena de familiar de más de 70 generaciones que han tocado la kora.
La kora es un instrumento de 20 cuerdas utilizada por los Griots, que son los juglares o portadores de noticias del África Occidental. Como ya se dijo, Sekou arrastra el conocimiento de 70 ancestros suyos que han tenido dicha función, pero él vino a darle un ligero cambio al instrumento: es el primero en haber diseñado una kora eléctrica.
Si todo esto vale la pena de mencionarse es porque lo que vivimos quienes estuvimos en su espectáculo conecta directamente con todos estos elementos: Con la magia de la música del mundo, que se toca siempre con el corazón, con mucho estómago y con un espíritu de resistencia. Enarbolando la urgencia de mantener viva la identidad, la pertenencia, pues con cada nota tocada por un músico del sur global se arremete contra la dominación contra la amenaza latente y punzante de desaparece. Y tal vez por eso es que es muy raro quien no se pare a bailar con esta música. Es raro aquél que no la siente.
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Funk y jazz fueron protagonistas en esta fiesta de virtuosismo y alegría y as' fue como El Electric Kora Groove cumplió lo que promete. Los guanajuatenses y todos los asistentes en este foro abierto bailamos hasta echar las últimas gotas de sudor, sin importar lo muy ajeno que nos fuera la kora como instrumento. La música es un lenguaje tan regio que no necesita idiomas y de eso ya no queda una sola duda.