El egoísmo sobre el bien común: ‘The Whistleblower’ y los abusos de la ONU
Para las personas que creen en la bondad de la naturaleza humana, la película The Whistleblower (2011), dirigida por Larysa Kondracki, se sentirá como un cubetazo de agua helada, pues es un caso real. La historia gira en torno a cómo la ONU llevó a cabo una campaña sistemática en contra de los valores neoliberales que pretende proteger.
El filme narra la experiencia de Kathyrn Bolcovak, una policía de Nebraska (E.E.U.U.) que fue enviada como voluntaria de los cascos azules de la ONU bajo la responsabilidad de proteger y mantener la paz después del conflicto armado de Bosnia Herzegovina (1992 a 1995) y del genocidio de Srebrenica
La sorpresa es que miembros de los cascos azules aprovechan la vulnerabilidad de Bosnia y su población para crear una red de trata de personas, enfocada principalmente a la explotación sexual. Ésto se ve reprsentado en Rayia, una mujer que es vendida por su tío y cuya vida estará intrínsecamente unida a la de Bolcovak. Rayia es entregada a una de las oficinas de género de la ONU en Bosnia gracias a Bolcovak, pero sólo es devuelta a los criminales, demostrando así que hasta las mas altas instancias del organismo estaban involucradas en el escándalo.
Rayia es severamente castigada a través de la tortura sexual. La escena es muy sutil, pero nos da a entender que es violada con un objeto de metal que le desgarra su interior. Más tarde Bolcovak la encuentra de nuevo, pero Rayia ya no confía en ella pues piensa que por su culpa la castigaron y que ha alimentado lo que ahora considera falsas esperanzas.
El caso de Rayia motiva a Bolcovak a informar acerca de la red de trata a distintos miembros de la organización en diversas instancias, escalando hasta la Secretaría General de las Naciones Unidas. La reacción inmediata por parte de los superiores de Bolcvoak fue de molestia, negación e incluso le apodaron la soplona (whistleblower). La organización opta por despedir a Bolcovak, amenazándola de muerte y enfoca sus esfuerzos en desacreditar las denuncias.
Bolcovak comienza a crear un acervo de evidencia cuando, hablando por teléfono, se da cuenta que habían implantado micrófonos en su casa. Repasa en su mente la información que comunicó y sale apresuradamente de casa. Llega al bosque, pero ya es demasiado tarde, Rayia está muerta.
Bolcovak al final fue escuchada y se enjuiciaron a los cascos azules. Sin embargo, los culpables se cobijaron en la inmunidad diplomática, por lo que quedaron libres por le resto de sus vidas.
Este caso no es alejado de la actualidad, el abuso de los cascos azules ha sido un tema recurrente en los últimos años. La película, además, plasma la nula capacitación que reciben los voluntarios, pues las personas de cualquier profesión pueden unirse. Incluso se habla de una secretaria que decide hacerlo por un poco de dinero, lo cual explica en parte la brecha entre los ideales de la ONU y los quehaceres de las personas que ejecutan las misiones.
El fin de esta cinta es denunciar la experiencia de Bolcovak, invitando a cuestionar la naturaleza humana que cotidianamente decidimos ignorar: lo correcto, lo conveniente, el bien común, el egoísmo… daños colaterales, sobre la responsabilidad de proteger.