Madero, el apóstol de la democracia
Un día como hoy pero de 1913, el Mayor de policías rurales Francisco Cárdenas, bajo las órdenes expresas de la junta militar usurpadora conformada por Manuel Mondragón, Félix Díaz y bajo el liderato del general Victoriano Huerta, asesinó al presidente y vicepresidente Francisco I. Madero y José María Pino Suárez frente a la penitenciaría de Lecumberri (hoy Archivo General de la Nación).
La muerte de Francisco I. Madero dejó secuelas en la historia nacional que hasta el día de hoy se sienten, bajo su imagen se yergue la idea del “Apóstol de la democracia”, como lo han llamado Enrique Krauze y Friedrich Katz. La vida política de Madero siempre llena de complicaciones, situaciones adversas y escenarios complicados. Él, en todas aguerrido defensor de la democracia y eterno conciliador de las facciones, ya fuera en el estado de Morelos, conciliando con Zapata por el reparto agrario o en Palacio Nacional entrevistándose con Porfirio Díaz tras la publicación de La Sucesión Presidencial de 1910. Reformador incansable, pese a su efímera Administración, sus ideales inspiraron buena parte de la Constitución de 1917.
Un trágico y triste episodio en la historia mexicana que da pie a la reflexión del sacrificio de un hombre que creyó en las instituciones, en la democratización de los procesos políticos en México y que cimbró parte del proyecto político del México contemporáneo. Al final, recordar su aniversario luctuoso nos deja un sentido de convicción, sacrificio y persistencia que, fuera de toda connotación política, debería permanecer en el colectivo mexicano.