Documental 'Dulzura': un retrato sobre la vejez y la memoria
Jugamos con figuras literarias y decimos cosas como “el tiempo se nos escapó” cuando sentimos que los minutos pasan rápido, “lo matamos” con el ocio, o incluso Hamlet ya lo lamentaba cuando decía “el tiempo está fuera de quicio”, para hacer alusión a su caos y desarticulación entre pasado, presente y futuro, una frase que resulta incómodamente atinada para nuestros días. En fin… sírvase usted de la metáfora que le sea más conveniente.
Al tiempo nos gusta dotarlo de responsabilidad, lo personificamos y le adjudicamos culpas a su ritmo. Porque más allá de que lo entendamos o no, lo sentimos. El paso del tiempo nos deja huella siempre.
Algunas de estas son más visibles porque se presentan en el propio cuerpo. En el caso de Jeanne (91 años) son las arrugas en su piel, el cabello blanco y la curvatura de su espalda. Mientras que, otros cambios son casi imperceptibles a simple vista, como la capacidad de comprender que no somos los mismos a la distancia de los años. Lo diferente que puede llegar a ser la pareja con la que hemos compartido toda una vida. ¿Cómo enumerar todas aquellas marcas internas? Nadie lo sabe, Hetty (75 años) tampoco.
Desconoce cómo fue que, de un momento a otro, su amada ya no recuerde cómo ponerse un par de pantalones, o que sus manos ya no tengan la misma fluidez cada vez que toca el piano. Acostadas en la misma cama, Jeanne intenta ilustrarle a Hetty lo que sucede en su cabeza con la llegada del Alzheimer. Veintiún son los años en los que juntas han compartido tazas de té, caminatas asistidas, bailes en la cocina y la admiración por Ramses Shaffy.
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El documental Liefsteling, titulado en castellano como Dulzura, realizado por la directora holandesa Eva Van Barneveld, se desarrolla como un diario de viñetas cotidianas de la vida de ambas tras la repentina enfermedad de Jeanne. Contado desde un tono que no peca de condescendiente ni recurre a la victimización de sus personajes, Liefsteling es un retrato honesto y directo en el que a ratos se vive de forma cruda el deterioro, cada vez más acentuado, de la memoria de una de sus protagonistas. Instantes de lucidez que pueden transitar desde recitar una vieja poesía de otoño, hasta el malestar de desconocer su propia casa como espacio personal e íntimo.
Por otro lado, somos también testigos de la impotencia de quien lidia con ello, del miedo a traicionar o perder la confianza de la persona que se ama cuando se busca el bienestar de ella y quienes la rodean.
Más allá de presentar el duelo de la enfermedad como tema principal, Liefsteling nos destapa reflexiones acerca de la concepción social de la vejez. Rompe con la idea de que la seriedad es directamente proporcional al número de velas sopladas en el pastel, pues a veces la mejor medicina es hacer uso del sarcasmo como esporádico sedativo de la realidad, y con ello, la capacidad de burlarse de sí mismos.
La edad no como limitante sino como un motor para seguir experimentando y hacer conscientes los detalles del día a día, de detenerse a observar para poder reinventarse y recuperar la capacidad de sorprenderse como cuando se era niño.
Si el tiempo es relativo, como dicen, entonces podemos elegir verlo desde el lugar y la perspectiva que más nos plazca. En el caso de Jeanne y Hetty es en una playa, sentadas frente al mar, mientras cantan La vie en rose.
Este documental es parte de la selección GlobalDocs del Festival DocsMx.
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