Doctor Sleep: una reconciliación heroica entre King y Kubrick

Doctor Sleep: una reconciliación heroica entre King y Kubrick

Foto vía: Warnes Bros. 2019

Foto vía: Warnes Bros. 2019

Tocar una pieza fílmica magistral que ha tenido cuatro décadas para convertirse en piedra angular, no sólo de un género, sino de la filmografía de su autor, en modelo y canon, en símbolo de un imaginario audiovisual que sólo le corresponde a ella, desatando en el camino múltiples lecturas e interpretaciones conspirativas y replanteando lo que una adaptación al cine de una obra literaria puede ser, es una proeza a la que solo los osados o insensatos pueden y quieren aspirar. El Resplandor es justo eso: un monumento vivo, resonante y siempre evolutivo del género de horror. Una pieza literaria que trascendió los confines de sus páginas para cimentarse, no solo como un imprescindible de Stephen King, sino como uno de Stanley Kubrick. Una misma historia de fantasmas, adicciones y locura, decantada en dos referentes culturales de igual nivel, unidos por un legado indivisible.

Por si eso fuera poco, concebir una secuela contundente y exitosa, que no solo continúe con la herencia de su predecesora, sino que aporte una adición valiosa a su universo, es una comisión que pocos pueden cumplir. El mismo King se aventuró a escribir una continuación a su celebérrimo Resplandor más de treinta años después, cuando, a través de una votación online, dejó que sus fans decidieran qué secuela debería escribir a continuación: el siguiente capítulo a su saga de La Torre Oscura o la segunda parte al primer best-seller de su carrera. El ganador era obvio.

Finalmente, en 2013, publicaría Doctor Sleep, una expansión, no del trasfondo siniestro del Overlook o su actividad paranormal, sino de la angustiosa existencia de Dany Torrance, ahora un adulto alcohólico asediado por las memorias de su infancia y los estragos de su don telepático. Una exploración más psíquica e íntima que fantasmal. Seis años más tarde de su publicación, tenemos lo impensable: una pieza fílmica que es fiel a la visión y espíritu de su materia original —algo que para King, Kubrick traicionó—, pero que funge a la vez como homenaje y re-visita al ineludible y robusto legado cinematográfico de The Shining.

Foto vía: Warnes Bros. 2019

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Así, con todo y la bendición de King de volver a pasajes kubrickianos, el director Mike Flanagan —una de las plumas y mentes más reconocibles del horror moderno— toma las páginas del escritor, las interpreta con audacia y carisma, y las arroja sobre la pantalla, tras los filtros azulados característicos de su cinematógrafo de confianza, Michael Fimognari.

Flanagan se ha ganado su propia credibilidad y reconocimiento dentro del género tras una década de trabajo entregado a lo sobrenatural. Desde sus primeras piezas como Oculus o Absentia, el cineasta y guionista norteamericano dejó en claro su predilección por los sustos a la vieja escuela. Pero quizás las cartas fuertes de presentación que le aseguraron a Flanagan encargo tan monumental como adaptar Doctor Sueño a la pantalla, fue su trabajo para la celebrada y popular serie de horror para Netflix, The Haunting Of Hill House (también basada en un libro) y su adaptación de otra novela de King, Gerald’s Game.

Aunque ciertamente Flanagan no alcanza la sofisticación y atrevimiento de Ari Aster o la provocación de la sátira de Jordan Peele —ambos, maestros del terror en potencia—, sí consigue ofrecernos personajes que se sienten completamente delineados, con actuaciones comprometidas y escenarios que nos invitan tanto a la cautela como a la exploración. Todo su ejercicio de guionismo y edición,que ha forjado a la par de su trabajo tras el lente por diez años, sin duda lo prepararon para el reto visual y narrativo que representa Doctor Sleep como conjunción de una herencia abrumadora de cuarenta años y la frescura de una continuación nacida apenas hace un lustro. Sin mencionar su trabajo como “embajador” en la reconciliación entre King y la adaptación al cine que más aborrece de su obra.

En ese sentido, el trabajo de Flanagan en Doctor Sleep es heroico. En ningún momento intenta ser Kubrick. Incluso, quizás logra lo único que Kubrick no: conmover. La pieza de Stanley es pulcra, escalofriante, explícita. Pero es gélida, onírica, matemática. No por nada King la definiría como una obra sin corazón, desprovista de toda la humanidad que él infundió en sus personajes. El Doctor Sueño de Flanagan es defectible y, por tanto, emocional, accesible, simpática.

Foto vía: Warnes Bros. 2019

Foto vía: Warnes Bros. 2019

La actuación de Ewan McGregor como Dan Torrance es efectiva. Consigue transmitir el desgaste mental y espiritual de un adulto descuidado, egoísta y salvaje. Sus “poderes” hipersensoriales no lo reconectan con su entorno ni los otros; al contrario, lo alejan, lo contrarian, lo condenan. Cuando finalmente descubre la manera de “encerrar” a los fantasmas del Overlook en su mente —literal y alegóricamente— y se confronta con los espectros de su realidad, que nada tienen que ver con lo paranormal, Dan finalmente encuentra propósito y nobleza en su “Resplandor”. Su posibilidad de servir a otros en sus propias angustias y temores representa un viaje iniciático de reconciliación consigo, con su adicción —la misma que aquejaba a su padre—, su pasado y sus poderes. Aquí, la pluma y edición de Flanagan y la convicción de McGregor, sobresalen. A ratos, enternecen.

Pero si alguien se roba la pantalla con su gracia y temeridad sin duda es Kyliegh Curran como Abra Stone, la co-protagonista adolescente en quien verdaderamente se vitaliza la historia. Mientras Torrance es una efigie grisácea de hartazgo y resignación, Abra es su contraparte multicolor e intrépida; una chica que posee su propio “resplandor”, uno de posibilidades indómitas que se manifiesta con el ansia de un aprendiz, pero la madurez de un mentor. Eventualmente, Dan y Abra, construyen un vínculo estrecho telepático entre sus propios dones, lo que los conduce a redescubrir los alcances y utilidades de sus poderes, pero también, de la necesidad del otro en sus propias búsquedas.

En el Doctor Sleep de King, el Overlook son cenizas, a diferencia del final de Kubrick que lo encapsula en hielo. Por eso, en su secuela, Stephen deja atrás los encantos espectrales del hotel y opta por explorar las implicaciones de los “resplandores” en sus dueños y el hambre animalística y malsana que despierta en un clan siniestro que se alimenta de quienes poseen estas habilidades sobrenaturales. Ahora, no son los fantasmas del hotel los que están ávidos por consumir la esencia de Dan y sus iguales. Esta vez se trata de un grupo de seres cuasi-inmortales, conocidos como el Nudo Verdadero, quienes van a extremos cruentos y abominables para alimentarse de los poderes que palpitan con particular frenesí en las almas infantiles.

Aquí, Rebecca Ferguson como Rose, la estratega y ambiciosa líder del grupo, interpreta a uno de los villanos más cautivantes, consistentes y placenteros que hemos presenciado en mucho tiempo. Rose The Hat es seductora, lozana, intensa, desafiante, sin escrúpulos. Una villana digna y entretenida de combatir. Las secuencias de acción y adrenalina más fascinantes ocurren en su presencia, ya sea en la cotidianidad de un supermercado, durante un viaje astral que circunda los cielos nocturnos o recitando una elegía fúnebre digna de un Rey.

Foto vía: Warnes Bros. 2019

Foto vía: Warnes Bros. 2019

Cuando finalmente Flanagan fusiona ambos universos, el de las páginas de King y el imaginario de Kubrick, y nos lleva de vuelta al Overlook para la confrontación final de Doctor Sueño, es inevitable estremecernos frente a la visión de las Montañas Rocosas nevadas acompañadas de las notas del score de los Newton Brothers, que evocan el “Dies Irae” de sintetizadores ochenteros que compondrían Wendy Carlos y Rachel Elkind como tema principal para El Resplandor.

Y así, como lo haría Spielberg el año pasado con la recreación espectacular del Overlook en una de las secuencias de su ópera futurista Ready Player One, Flanagan reconstruye de forma fiel y meticulosa cada muro, alfombra o candelabro de la estructura fantasmal, en un homenaje que podrá indignar a muchos o cautivar a otros. Aunque inevitablemente una que otra referencia resulta en un fan service cínico a través de simples calcas de las tomas de Kubrick con nuevos personajes, el resultado es mayormente placentero y excitante, aun cuando el CGI moderno no supera la brutalidad del realismo de los efectos prácticos de antaño (ni Henry Thomas convence como reencarnación de Jack Nicholson).

Foto vía: Warnes Bros. 2019

¿Supera Doctor Sleep a The Shining? La respuesta es obvia y la pregunta, ociosa. ¿Es sacrílego tocar el legado fílmico de Kubrick con una adaptación que ocurre en su mismo universo? Probablemente para algunos. Pero la verdadera pregunta es si Doctor Sleep consigue sostenerse por sí misma como un filme digno de contemplación y escrutinio. La respuesta es sí. ¿Es horror? No. Es una verdadera joya de misterio que nos engulle en sus batallas metafísicas y Flanagan usa El Resplandor de Kubrick a su favor como lo que es: un ícono vivo de cultura pop. Quien esté dispuesto a aceptar eso, que entre en la habitación 237 una vez más.


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