Por Helena Varela No es por llevar la contraria, ni por hacerme la interesante con una postura que va en contra del sentir de la mayoría de los mexicanos y mexicanas, pero reconozco que cada 10 de mayo me invade una sensación de escepticismo y hartazgo ante los festejos por el día de las madres: no es solamente lo comercial, no es lo cursi, ni siquiera una incomodidad ante el ensalzamiento de un rol de género que ha tendido a reforzar la idea de que las mujeres sólo nos realizamos plenamente a través de la maternidad. No es eso, o no es nada más eso. Es que preferiría que nuestras formas de ser y estar en la sociedad pudieran tener un desarrollo íntegro cada uno de los 365 días del año, y no sólo un ensalzamiento exagerado en un solo día.
Porque si me pongo a ver la manera en que somos madres en el día a día, me encuentro con que tanta felicitación raya hasta en la hipocresía: porque en vez de tanta flor, me gustaría que las madres que trabajan tuvieran mayores oportunidades para no tener que desarrollar dobles y hasta triples jornadas; porque en vez de tanta frase vacía, me gustaría no dejar tan solas a las mujeres en ciertas labores ligadas al cuidado de los hijos e hijas, labores que pudieran ser perfectamente compartidas con los hombres.
Y puestos a pedir, tengo que alzar la voz por todas las madres cuyos hijos han padecido la violencia de un sistema que se alimenta de la sangre y muerte de los más vulnerables. Difícilmente se puede hablar de un feliz día de las madres, cuando hay tantas mujeres que han perdido a sus hijos e hijas, cuerpos desaparecidos que han truncado la maternidad. Y es que seguimos asistiendo, entre la indignación y el estupor, a la aparición de nuevas fosas, que nos hablan de la violencia sistemática ejercida por diferentes poderes en nuestro país: ¿cuántas más habrá? ¿Cuántos cadáveres más tendremos que descubrir para darnos cuenta de que vivimos en un país podrido hasta las entrañas? ¿O ya nos estamos acostumbrando a vivir entre los muertos, como si fueran parte de nuestro tejido social?
Tenemos que resistirnos a ello. Porque los muertos y los desaparecidos nos interpelan, nos cuestionan en nuestro vivir, y nos obligan a preguntarnos sobre quién puede ser responsable de tanta violencia y tanta irracionalidad. Porque los muertos debieran estar festejando con sus madres, debieran incluso estar cayendo en las mismas cursilerías de regalo de flores y frases hechas de felicitación en el día de las madres, y, sin embargo, yacen en el anonimato de una muerte que no debió haberse producido.
Cada fosa, cada persona desaparecida, representa a esas madres mutiladas, madres condenadas al vacío de la ausencia y el dolor. Y también representa la impunidad y la violencia de un sistema que es esencialmente injusto. Y junto a las madres, tampoco podemos olvidar a los padres, hermanos y hermanas, hijos e hijas, toda una gama de condenados y condenadas a quedar en la orfandad ante tanta muerte. ¿Así quieren que festejemos el 10 de mayo?
Les compartimos el podcast del programa dedicado a los Desaparecidos en México del pasado 11 de mayo
https://www.mixcloud.com/Zigma909/zigma-pol%C3%ADtica-11-mayo-desaparecidos-en-m%C3%A9xico/