“Al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.

Albert Einstein

Hoy existe una tendencia a pensar —un poco influenciados por las grandes pantallas hollywoodenses— que la extinción de nuestra especie será ocasionada por radiación solar, una erupción volcánica, una lluvia de fuego, un tsunami o por pandemias que se extenderán por todo el mundo. Incluso, por un ataque alienígena o el apocalipsis zombie. Sin embargo, erramos al creer que los seres humanos no tenemos injerencia alguna en el proceso de nuestra propia extinción.

A lo largo de la historia hemos pasado por alto la desaparición de una considerable cantidad de animales: la tortuga galápagos, el rinoceronte negro del oeste, el delfín baiji, entre otros. Ignoramos también, con apatía e indiferencia, a todas aquellas especies que actualmente se encuentran en peligro de desaparecer, como el rinoceronte blanco, la vaquita marina y, sorprendentemente, las abejas. Parece que obviamos la gravedad de la crisis que enfrenta este insecto que, de desaparecer, condenaría las cadenas de producción y alimentación globales, conduciéndonos inevitablemente hacia un desequilibrio medioambiental.

Pareciera ridículo pensar que las abejas tienen impacto alguno en los ecosistemas. Sin embargo, estos insectos son el eslabón más sólido y esencial de la pirámide trófica. La polinización que realizan es indispensable para los procesos de florecimiento, esparcimiento y mantenimiento del reino vegetal, y por tanto, la fuente de innumerables productos alimenticios.

Estas incansables obreras llevan a cabo una labor de imperceptible esclavitud para el ser humano, quien día a día engrandece su antropocentrismo y provoca su propia destrucción. Entre el cambio climático, la proliferación de ácaros, el uso de pesticidas, herbicidas y el aumento de contaminación ambiental han provocado la reducción gradual y significativa de colmenas.

Nos encontramos frente a la sexta extinción según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), pero esta vez, se trata de una que afecta directamente la supervivencia de la humanidad.

Las abejas llevan a cabo la polinización de más del 70% de los cultivos que alimentan aproximadamente al 90% de la población de todo el mundo. Si desaparecieran, la cadena alimentaria sufriría pérdidas masivas, condenando al reino animal a la escasez de alimentos.

La Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), alertó en 2016 que la población de abejas en el mundo se encontraba en declive. Datos de la misma plataforma, patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), revelan que el 9% de las especies de abejas están en riesgo de extinción en Europa, y que un 37% de estas especies está perdiendo población. En algunas regiones del continente europeo, hasta un 40% de ellas están amenazadas.

Foto vía Fast Company — Foto vía *Fast Company*

Dada la situación por la que atraviesa este pequeño y vital insecto, científicos, investigadores e ingenieros no han desaprovechado la oportunidad para aplicar sus conocimientos en búsqueda de una solución al problema. En la Universidad de West Virginia, los estudiantes crearon un robot capaz de realizar, a través de algoritmos, brazos robóticos y cerdas de cepillos, las tareas de polinización propias de una abeja.

No demeritemos la labor que las colmenas llevan a cabo, ni explotemos sus capacidades. Acrecentar su mortandad, puede resultar en una inevitable e irremediable crisis. Bien decía Pablo Neruda: