Desde que debutara allá por 1981 con el documental Saima- illmiö Aki Kaurismaki demostró que no era un cineasta común. Dueño de una filmografía única con clásicos como Los vaqueros de Leningrado viajan a América, Crimen y castigo o Le Havre, el realizador finlandés se ha convertido en un referente del circuito de los festivales más importantes del mundo. Tras ganar cuatro premios en ediciones anteriores en este festival ayer presentó a concurso en Berlín El otro lado de la esperanza una divertida e inteligente reflexión sobre uno de los problemas más relevantes de la agenda global de nuestros días: la migración.
Cuento moderno sobre la historia de un refugiado sirio que llega a Finlandia por accidente, y de su encuentro con un vendedor de camisas que compra un restaurante, El otro lado de la esperanza es mucho más que una cinta simpática. Detrás de su humor sarcástico y de su puesta en escena directa se revela una dura crítica al racismo y la indiferencia que ha presentado buena parte de Europa hacia las atrocidades que tienen lugar en el cercano oriente (y en muchos lugares más).
Por si los méritos anteriores sonaran a poco, el nuevo proyecto de Kaurismaki es también una clase del manejo y la integración de la música en el cine y de como su carácter diegético puede resultar, al servicio de una narrativa con sentido, en algo simplemente espectacular. Una nueva pieza cinematográfica única de un creador sin par que desde ahora se apunta a colocarse entre los premios de la edición 67 de la Berlinale. El More