Clásicos vanguardistas en el Marvin: Suzuki, Lunch, Wire
Durante ocho años el Festival Marvin se ha caracterizado por desarrollar carteles propositivos, eclécticos y que buscan apoyar a aquellos talentos emergentes que tienen algo más que ofrecer. Música que sale de la norma, pero también propuestas que viven en el mainstream e incluso artistas que se pensaban ya fuera de la escena musical o de los circuitos de festivales alrededor del mundo.
A partir de 2011 la curaduría que realiza el festival es de destacada, desde su primera edición nos han sorprendido con su manera de hacer las cosas.
Esta es una de las celebraciones musicales más importantes de la Ciudad de México, un evento que le da vida cultural a nuestra ciudad y que representa un muy agradable respiro dentro de el ambiente caótico que se vive en esta urbe. Para esta 9a. edición, el festival ofreció más de 60 conciertos, proyecciones de cine, arte, stand-up comedy, conferencias y networking. Como ya es costumbre, el festival se llevó a cabo en el circuito Roma-Condesa. Diversos venues como Caradura, Departamento, Foro Bizarro, Foro Indie Rocks! o el Parque España, recibieron a miles de amantes de la música que pudieron apreciar las presentaciones de talentos nacionales e internacionales.
SALA: el foro elegido para los tres headliners del festival
Primero tocó el turno a Damo Suzuki’s Network. Suzuki es una leyenda, un personaje de culto en la historia musical. Su participación en tres discos fundamentales de la banda alemana de krautrock CAN, lo posicionaron como un referente. Este proyecto, definido como “un ensamble de portadores de sonido para comunicarse entre sí y con el público”, se originó en 1983: cuando viaja, interpreta música en vivo de improvisación con varios músicos locales.
El ensamble saltó al escenario a las 4:00 de la tarde, ante un aforo que se fue llenando minuto a minuto. La banda consistió de batería, bajo, guitarras, sintetizadores y procesadores de sonidos como cimiento para la voz de Suzuki. Entre los músicos mexicanos, se encontraban Concepción Huerta, Mabe Fratti y Hugo Quezada. Durante aproximadamente una hora, la improvisación musical del ensamble nos llevó a diversos lugares, en un viaje sonoro que fue construyéndose segundo a segundo y que atrapó a la audiencia. Suzuki recibió mucho amor del público mexicano, gracias a un show completo, robusto en cuanto a tonalidades, técnicas y pasajes creativos, perfecto para el oído melómano.
A las 7:00 de la noche llegó el turno de Lydia Lunch. Esta cantante, poeta, compositora, actriz y fotógrafa entre otras cosas, mostró una energía sobresaliente. De Nueva York para el mundo, Lunch saltó a la escena global en los 70s a través de su estética performancera y del spoken word.
Una buena cantidad de fans, personas conocedoras de su trabajo, se aglomeraron frente al escenario de SALA para bailar y gritar al ritmo del punk estridente, roto, duro, que el cuarteto ofreció. En conjunto con las ácidas letras de Lunch, y con un guitarrista sobresaliente, el show llegó a una intensidad sonora que nos contagió a todos. Mucha potencia generada por batería, bajo, guitarra y voz. Mera escuela punk, impartida por una de sus más importantes pero tal vez menos conocidas representantes. Lydia lució fresca, contenta y complacida con la ejecución de sus músicos y la propia. Frases provocativas precedían a los temas, vitoreadas por un público que quería aún más punk rock, aún más fuerza y un pretexto para sacar toda la energía guardada. Una presentación memorable la de esta artista multidisciplinaria.
Wire fue la banda encargada de cerrar las actividades en SALA. Los pioneros del post-punk fueron calentando poco a poco, aumentando la intensidad tema tras tema, como cuidadosamente armando un rompecabezas musical que, eventualmente, terminaría rompiendonos la cabeza a todos. Matthew Simms en la guitarra, Robert Grey en la batería, Colin Newman en la voz y guitarra y Graham Lewis en el bajo, lo dieron todo para el público mexicano. Aún con todos los años que traen a cuestas - a excepción de Simms, el poder sonoro que desplegaron arrancó los aplausos del público. Con canciones perfectamente amarradas, finales sorpresivos, melodías y distorsiones altisonantes, los británicos prendieron lo suficiente para provocar un buen slam durante las últimas canciones del set, una catarsis muy necesaria para quienes desde abajo recibíamos toda esta contundencia punkarra llena de clase. La pura crema, estos señores de Wire, una propuesta difícil de encasillar, que ha llegado a una madurez muy interesante que conecta con la audiencia.