'Yo soy la felicidad de este mundo' de Julián Hernández en la Cineteca Nacional

Texto de Edgar Aldape Morales, colaboración de la Cineteca Nacional.

En 2003, un extenso título (literalmente hablando) obtenía el Premio Teddy del Festival de Cine de Berlín. Extraído de un poema de Pier Paolo Pasolini, esta prosa acogía el retrato de un joven homosexual que vaga por las melancólicas calles de la Ciudad de México, definida como un lugar sórdido, guardiana del sufrimiento y artífice de los amores perdidos. El vacío emocional del ser humano se expresaba en una historia de encuentros y desencuentros, no fácil de digerir. No obstante, la sobria fotografía en blanco y negro (con reminiscencias del neorrealismo italiano) y la banda sonora con música popular, hicieron de Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás dejarás de ser amor una arriesgada y esplendida propuesta dentro del cine mexicano contemporáneo.

Pasaron once años y la realización de otros trabajos como El cielo dividido (2006) y Rabioso sol, rabioso cielo (2009), considerados puntuales ejemplos del cine mexicano con temática homosexual, para que el director Julián Hernández presentara Yo soy la felicidad de este mundo, una elegía audiovisual dividida en tres actos que narra la psicosis amorosa de Emiliano, un director de cine. Él es configurado como un ser etéreo, interesado en los encuentros sexuales fortuitos hasta que se enamora (o eso se quiere pensar) de Octavio, un practicante de danza. Una relación que se romperá por la promiscuidad de Emiliano y por la sensibilidad de Octavio. Un idilio amoroso al cual Emiliano volverá a retornar cuando experimenta la otra cara de la moneda, al encontrar en un prostituto una sensación de empatía y obsesión.

Hernández apuesta por la experimentación fílmica al relatar esta historia sin una estructura narrativa convencional e introduciendo un paréntesis en torno a un ménage à trois entre dos muchachos y una chica. El realizador explota el concepto fotográfico del cine al arriesgarse a manejar la cámara de forma fluida, en la cual la imagen simula una coreografía de danza y da giros en 360 grados; eso sí, siempre en torno a caras afiladas y cuerpos atléticos enmarcados en un contexto onírico minimalista. La homosexualidad aquí es tratada desde la idealización del gay visto en el arte, la danza, la fotografía y el discurso pornográfico del cine.

Yo soy la felicidad de este mundo sitúa a sus personajes en una crisis existencial, similar a los decadentes personajes de Pasolini y a los acercamientos fortuitos y sobrios de los chicos homosexuales del primer cine de Gus Van Sant o de los jóvenes fríos de Rainer Werner Fassbinder, sin dejar a un lado la propuesta de Hernández como examinador de las pasiones sexuales explícitas, de la filosofía del cuerpo y la manera en que el ser humano lo utiliza como expresión de amor. Quizá en ello hallemos la tesis de esta película: cuerpos atléticos que definen las directrices de “lo bello”, más no la tragedia ni el desamor de esa belleza.

https://www.youtube.com/watch?v=GBXVzNpxqeo

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