#Cariñito909: De la mantis religiosa a la tragedia suicida del amor humano

Hay un extraño y perturbador ritual de apareamiento en la naturaleza. La famosa mantis religiosa, insecto de aspecto alargado, con unas enormes patas delanteras que parecen estar en forma de oración, es la protagonista de este ritual.

La hembra que es de mayor tamaño que el macho, devora la cabeza de su contra parte masculina durante la cópula. A pesar de saber el mortal final que tendrá, persiste en su reproducción. El cuerpo del macho luego de casi un día de apareamiento, cae para morir lentamente.

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De alguna forma el ritual reproductivo se repite a lo largo de la naturaleza. Espejísmos existen en en varias especies: el salmón debe nadar contra corriente para desovar, también está consciente que puede morir después de ello; el marsupial antequino –primo cercano de los canguros- muere después del coito; la viuda negra, una de las especies más peligrosas de araña, se come al macho para regenerar sus energías perdidas además de depositar sus huevecillos en el cuerpo inerte de su pareja reproductiva, para que las nuevas crías coman de él; en los humanos, a pesar de no fallecer luego de la reproducción, hay un cierto comportamiento paralelo.

Para nuestra especie, el amor ha dejado de ser un tema limitado a la reproducción, para convertirse en un tópico social, de construcción evolutiva en nuestros cerebros. Hemos descubierto el amor como una concepción cultural, -aunque el amor no es ajeno al resto de los animales- lo hemos convertido en un comportamiento que varía de comunidad en comunidad, de persona en persona y hasta es distinto en etapas de la vida de cada individuo. En las vísperas al día del amor y la amistad, o mejor dicho, al santoral de San Valentín (santo que arriesgaba su vida para casar en secreto a las parejas cristianas en tiempos de la persecución) las personas absorben un comportamiento condicionado: el rosa se convierte en el color de todo lo amoroso, las rosas y los chocolates son regalos recurrentes. Los cines, hoteles de paso, restaurantes, están al tope con actividades para dos. Es así que el desamparado del ritual en pareja se vuelve durante 24 horas un ser fuera de lugar, apartado, sólo y hasta involutivo. Según estudios, en los días previos al 14 de febrero el número de suicidios aumenta entre 20 y 25%. La mayoría de éstos los cometen hombres con edades que van de los 15 a los 25 años. Esto convierte al San Valentín en la fecha donde más personas se quitan la vida luego de la navidad y el año nuevo, en ese orden cronológico.

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El condicionamiento cultural del festejo, exalta los sentimientos que guardamos ante nuestra realidad sentimental. Es así que nos convertimos en una de las pocas especies que cometen suicidio, tomándolo como un acto deliberado para extinguir la vida, no sólo por protección de la comunidad o muerte prevista, sino por deseo simple de extinguir la vida misma. El amor como una concepción cultural, nos ha permitido crear nuestras propias historias paralelas a las historias de las demás especies. Somos criaturas capaces de entre lazar la ficción con la realidad y viceversa. Podemos convertir mitos en realidades y realidades en leyendas. William Shakespiare escribió la triste historia de Julieta y su amado Romeo. Adolescentes casi niños que decidieron ponerle fin a su existencia terrenal, como una solución a las limitaciones familiares que les negaban el amor libre; la niña de Guatemala, quien esperó a su amado, el que la traicionó, es la protagonista del bello y mortuorio poema de José Martí: "el volvió casado, ella se murió de amor".

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Hay una relación íntima entre muerte y sobrevivencia. Con nuestros compañeros del resto del reino animal, esta relación (hasta donde sabemos) tiene que ver con absolutos fines reproductivos. En nuestro caso, aunque para la reproducción perse no sea necesaria una relación amorosa, el ideal reproductivo y célula social o sea la formación de una familia con una pareja reproductiva, tiene sus bases en el enamoramiento. 

Tal vez de alguna forma hay algo dentro de nosotros, ya sea bajo las capas del cortex cerebral o en lo profundo de nuestros corazones, que nos indica que el amor es un riesgo mortal. Tal vez... sólo tal vez sea posible que lo hayamos sepultado bajo capas y capas de rosa, plástico y pastel.

León Larregui como… ¿director?

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