9 reflexiones filosóficas sobre el amor según Arthur Schopenhauer

Arthur Schopenhauer (Danzig, 1788 – Prusia, 1860) fue un filósofo que defendía la idea de que este mundo es el peor de los mundos posibles. Para él la vida no tiene sentido ni valor, pues somos un querer que nunca puede satisfacerse, ni detenerse. Vivimos en permanente sufrimiento cando no alcanzamos los objetos de nuestro deseo o en profundo tedio cuando los alcanzamos.

El célebre autor de El mundo como voluntad y representación fue desdichado en el amor. Sistemáticamente fue rechazado por las mujeres de su tiempo. Sin embargo, una parte considerable de su obra filosófica está dedicada a este tema.

A continuación enlistamos nueve de sus reflexiones filosóficas extraídas del libro El amor, las mujeres y la muerte:  

1.- Cuando el instinto de los sexos se manifiesta en la conciencia individual de una manera vaga y genérica, sin determinación precisa, lo que aparece, fuera de todo fenómeno, es la voluntad absoluta de vivir. Cuando se especializa en un individuo determinado el instinto del amor, esto no es en el fondo más que una misma voluntad que aspira a vivir en un ser nuevo y distinto exactamente determinado.

2.- Por desinteresada e ideal que pueda parecer la admiración por una persona amada, el objetivo final es en realidad la creación de un ser nuevo, determinado en su naturaleza; lo que prueba así que el amor no se contenta con un sentimiento recíproco, sino que exige la posesión misma, lo esencial, es decir, el goce físico. El que cierto hijo sea engendrado: ése es el fin único y verdadero de toda novela de amor.

3.- El amor, por su esencia y su primer impulso, se mueve hacia la salud, la fuerza y la belleza; hacia la juventud, que es la expresión de ellas, porque la voluntad desea ante todo crear seres capaces de vivir con el carácter integral de la especie humana. El individuo se hace así esclavo inconsciente de la naturaleza en el momento en que sólo cree obedecer a sus propios deseos. Una pura quimera, a tal punto desvanecida, flota ante sus ojos y le hace obrar. Esta ilusión no es más que el instinto.

4.- Mil accidentes físicos y mil deformidades morales pueden producir una desviación de la figura humana; sin embargo, el verdadero tipo humano restablécese de nuevo en todas sus partes gracias a este sentido de la belleza que domina siempre y dirige el instinto de los sexos, sin lo cual el amor no sería más que una necesidad irritante.

5.- Una ilusión de voluptuosidad es lo que hace refulgir a los ojos del hombre la embaucadora imagen de una felicidad soberana en los brazos de la belleza, no igualada por ninguna otra humana criatura ante sus ojos; ilusión es también cuando se imagina que la posesión de un solo ser en el mundo le otorga de seguro un dicha sin medida y sin límites.

6.- Una vez satisfecha su pasión, todo amante experimenta un especial desengaño: se asombra de que el objeto de tantos deseos apasionados no le proporcione más que un placer efímero, seguido de un rápido desencanto.

7.- Un enamorado lo mismo puede llegar a ser cómico que trágico, porque en uno y otro caso está en manos del genio de la especie que le domina hasta el punto de enajenarlo de sí mismo.

8.- El amor no sólo está en contradicción con las relaciones sociales, sino que, a menudo, también lo está con la naturaleza íntima del individuo, cuando se fija en personas que, fuera de las relaciones sexuales, serían odiadas por su amante, menospreciadas y hasta aborrecidas. Pero la voluntad de la especie tiene tanto poder sobre el individuo, que el amante impone silencio a sus repugnancias y cierra los ojos acerca de los defectos de aquella a quien ama; pasa de ligero por todo, lo desconoce todo, y se une para siempre al objeto de su pasión.

9.- La miserable constitución física, moral o intelectual de la mayor parte de los hombres proviene sin duda, en gran manera, de que por lo general se conciertan los matrimonios, no por pura elección o simpatía, sino por toda clase de consideraciones exteriores y conforme a circunstancias accidentales.

[Advertencia] Friedrich Nietzsche, el discípulo más aventajado de su pensamiento contrajo sífilis en la mediana edad y terminó sus días padeciendo uno de los más extraños géneros de locura.

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